Oros del tiempo
Da igual que sean una mujer ensimismada o un voluptuoso gato quienes reciben el oro solar del crepúsculo vespertino. En esa transición, ya perceptible, entre los últimos oros del agosto y del verano y los primeros del
Da igual que sean una mujer ensimismada o un voluptuoso gato quienes reciben el oro solar del crepúsculo vespertino. En esa transición, ya perceptible, entre los últimos oros del agosto y del verano y los primeros del
¿Qué fue primero la piedra o la luz? ¿Qué altas torres dieron el color al sol? ¿Por qué al amanecer aquí la dignidad se alía a la más elevada belleza? (Jclp)
Es la desnudez del agua y el aire la que atrae la luz con la ternura del atardecer. Con ese temblor al rozar casi la noche, vestida con las espigas cosechadas del final del verano, Dios suena dentro de ti como el rumor del río y de los
Nada en el paisaje habla en vano: las tierras cosechadas, las piedras, los árboles, los ojos cegados de luz al final de agosto. Desde la lejanía avanza lentamente el otoño, como una caricia suave de la mañana. Bajan las
Una cima de luz, una cima de vuelo, abierta al infinito, a una mirada cómplice. Porque estas metafísicas del vuelo, de la altura han generado tantas páginas y tantas obras hermosas, que es imposible sustraerse a ellas. Como es
Como tocar cielo. Así la casa con ventanas por la que entran los atardeceres; así los ojos que ven la eterna llanura y la calma después de la luz, al final de agosto. ¿Dónde acaba el día?
La piedra escribe el tiempo todas las mañanas de tu vida. Tú, que siempre amaste su perfume, asómate a esta ventana limpia para ver el oro de los días. Mira a través de ella y déjate abrazar por la nobleza
¿Qué piedra busca el sol con su misma melodía? ¿Aquélla en la que el tiempo ha dejado escrito las maravillas del hombre? ¿La que guarda en su cofre las respuestas del mundo? (Jclp)
Déjame llevarte lejos, donde no llegue el sol, dondequiera que sea, a más de un beso de distancia, más allá de las palabras, donde no haya dudas cuando cerremos los ojos, allí donde no sea necesaria la
Estar vivo. Sentir la armonía del que nada pide, lo que somos, el viento limpio en la cara, el olor del monte, el misterio de la vida. Así las montañas y valles, la emoción alta de lo sagrado. La luz que se derrama
En lecho o nido, ubicado en la ladera del monte frondoso, junto al cauce del río, el pueblo es una melodía de tiempo y de rumores de gentes que lo habitan y que le dan la identidad que tiene. Sí. Todo lugar es centro del mundo.
Y parece que hubiera paraíso, al contemplar así a estos ancianos en el parque, en charla distendida y amistosa, con esa serenidad y sabiduría que solo proporciona el paso de los años. Hay una lentitud que es
Como en el ?Ángelus? del pintor francés Jean F. Millet, los hombres rezan por la tierra, aferrándose a sus raíces, mientras la preparan para la siembra, una vez marcharon los carros cargados de trigo. Y así
La noche está quieta como el silencio de la tierra. La luz serena se derrama sobre los amarillos campos de centeno cosechado. No espero más que ver cómo cambian los cielos que arropan a la luna llena, ya cuajada, y siento que
Quiero quedarme en tu aire, el aire que luce en tus balcones y en las flores, en los amores, en el misterio de lo sagrado, en el agua fresca que baja de la Peña. Quiero quedarme en tu tiempo de fiesta, en tus calles y en tus casas, porque
Una de las constantes del existir del ser humano en la tierra es la búsqueda de un interlocutor sagrado al que pedirle aquello que necesita y al que mostrarle gratitud de lo conseguido. Es lo que ocurre aquí: la mujer oferente dirige
José Luis Puerto / Rosa GómezSiempre nos llevan las encinas al sentimiento de lo perenne. Eternidad de las encinas. Como madres que en los vientres generosos de sus copas bien abrigadas de ramajes nos protegieran por siempre. Aquí están protegiendo esa
La belleza no es aquello que se puede comprar; se encuentra detrás de lo que sienten los hombres y mujeres que la saben guardar. A veces viene de lejos, de otros tiempos, y está, sobre todo, en lo que se sabe mirar. (Jclp)
Aquí los cielos son claros, perfumados por la piedra que sostiene todo el azul con el que soñamos. Así se abre cada mañana. (Jclp)
Vértigo de vida cuajado de belleza. Desde tus alas de seda azul susurra el viento que todo lo inunda de esperanza. En tus ojos, montañas de luz celeste, Amador. (Jclp)
Es la desnudez de la piedra la que atrae la luz con la ternura del amanecer. Vestida con las espigas del verano, cada mañana, Dios suena dentro de ti como el rumor de los vencejos cuando hacen en el cielo círculos de amor (Jclp)
Sal bien de mañana y encontrarás el tiempo y la alegría del día entre girasoles. Hallarás el destino en estos campos y recordarás siempre su luz. (Jclp)
¿Por qué hay personas que le hacen la vida imposible a otros seres humanos cuando lo único que tenemos es la existencia? ¿Por qué hay gente que se empeña en no ver lo que importa y en acabar con lo
Mirad ese camino. ¿Qué horizonte nos muestra? Parece despejado, pese al ?stop? que al fondo se adivina. Un hombre va por él, ensimismado y solo, aunque el perro tan fiel tras de sus huellas y la cayada lo acompañan...
Todo está ahí, delante de tus ojos, listo para recibir al mundo, a la espera de los recuerdos y los días que nos traiga cada mañana, pensando que sólo tenemos una vida. (Jclp)
Como un delicado rayo de piedra que roza tu piel y alumbra al alba el bosque de palabras seculares. Como una caricia temprana. Así habitó la belleza y se posó en tu alma. Como una paloma en mi mano. (Jclp)
Abajo, sin luz, el murmullo de hombres taciturnos en el abismo de los días, vulnerables al olvido. Más arriba, antesala del sueño. Noria eterna que sube hasta la luz honda de los dioses, que desciende al fondo de su historia
Hasta el zumo de la vid se hace eco de tu belleza. Es su espejo de cristal que piensa en ti, te escribe, te mira. Allí, la piedra deformada habla de un cielo sonoro que sucumbe al ramo de la luz en la copa que saborea tu boca. (Jclp)
Germinan en los ojos el cielo y la piedra, espacios aromados de belleza como traídos por los ángeles en la luz del atardecer. Un derroche de color en las miradas, que enciende y alimenta lo esencial de la vida. Como una alborada de