Los signos en los muros
Todo muro se configura de algún modo como un panel de signos, de trazos, de señales, en los que dejamos la pulsión de lo que somos. Es lo que ocurre aquí: la puerta tras el pretil de granito; la ventana antigua con
Todo muro se configura de algún modo como un panel de signos, de trazos, de señales, en los que dejamos la pulsión de lo que somos. Es lo que ocurre aquí: la puerta tras el pretil de granito; la ventana antigua con
En tu mirada resbala la ternura de un lejano sol de verano. Todo se llena de aire rojizo hasta sentir una especie de orfandad, esa nostalgia que sostiene en sus alas los recuerdos. (Jclp)
Debajo de la piedra hay otra piedra que late al ritmo de la palabra y el estudio, que se hace luz y revive el secreto de las voces antiguas para convertirlas en nuevas y abiertas al mundo. (Jclp)
Alta la montaña, estos días de verano sin nieve blanca. En las noches de julio en su cuna, a la montaña le gusta la luna. (Jclp)
Y es largo el Camino. Y la luz se derrama en los ojos, como el aire, como el alma al dirigir tus pasos como ofrenda de los sueños. (Jclp)
¿Acaso no es hermoso preservar el paño de la historia? ¿Qué pecado alberga una posada encantada? ¿Dónde la belleza encendida de las tardes? El prodigio del aire deja escritas palabras llenas de ardor:
Todo es camino y cuanto lo llena. Lo que ha de venir nada es en vano. Peregrinar es dejar atrás el olvido y acampar en la música del viento. Ya sé que cada mañana tiene su horizonte de silencio y aire errante. Pero te
Esperan a que llegue el tiempo que ya pasó. Después de todo, ¿dónde su recuerdo? ¿Quién custodia su memoria? ¿Y sus sueños? Más allá de los días deshechos? (Jclp)
La palabra humanizadora del escritor permanece. Es como el viento, que arrastra lo liviano y deja en el poso de los ojos y de la memoria lo que pesa, lo que importa. (Jclp)
De vez en cuando debes situarte detrás de la piedra para saber de su belleza y hallar la última luz del día. Te lo dirá el aire cuando la miras. Es el final de la tarde, donde se siente cómo se va el mundo. Ese es
Como trocitos de sol de verano, pinceladas de amarillo puro, las sonrisas de la luz, la emoción que nace de la tierra. (Jclp)
En tus ojos, los sueños de verano, la esperanza de una caricia de la luna creciente, la brisa suave de la noche, los recuerdos templados, la luz al otro lado del horizonte. (Jclp)
Los relojes marcan el tiempo de la espiga madura, el oro de las tierras. Tiempo de la cosecha, de la ropa tendida a la intemperie desde la mañana, de la alta luz de verano, de la vida en la calle. (Jclp)
De verde vivo se detiene la tarde en ti, entre tomillos y romeros, girasoles y trigales ya cosechados. (Jclp)
Arde la mañana. Es un incendio hondo. Se alborozan los ojos. Los pájaros escriben el aire limpio para que brote la luz en la piedra.
Como parábola de estío, siega el tallo de la espiga en el trigal el hombre máquina antes de recoger la última luz del pan nuevo con sus manos de hierro para tejer el sustento de la vida. (Jclp)
Todo nos conduce a esta tierra, el horizonte del cielo y los campos siempre infinitos, la fragancia del espliego y las espigas. Todo se yergue ante nosotros. Es verdad que hay otros cielos y otras tierras y más horizontes y otros días
Me dijeron que los sueños vienen del agua, que la fe de los hombres se pierde en una moneda, como el amor con el traje de la costumbre, que estábamos llamados a heredar la tierra y las raíces de los que miraban al cielo para
Mírate en la alegría del agua, separa tus mejores sueños y verás que la piedra está quebrada y la luz es azul, que en la superficie se escribe cada día, al pasar del río, el trance del tiempo.
Hay un oleaje de cordilleras, de líneas montañosas, que asciende hacia ese océano inmenso de las luces celestes, que santifican los perfiles de las montañas y los invisten de un misterio que alcanza y protege los pasos