Premonición de otoño
Nada en el paisaje habla en vano: las tierras cosechadas, las piedras, los árboles, los ojos cegados de luz al final de agosto. Desde la lejanía avanza lentamente el otoño, como una caricia suave de la tarde. Bajan las nubes
Nada en el paisaje habla en vano: las tierras cosechadas, las piedras, los árboles, los ojos cegados de luz al final de agosto. Desde la lejanía avanza lentamente el otoño, como una caricia suave de la tarde. Bajan las nubes
Ahí está el mundo, en ese círculo ancestral, en esa ofrenda de la danza en la que ramajeras y danzarines trenzan belleza y tradición para afirmar la vida ante el paso del tiempo. (Jclp)
Ni se turban, ni se espantan quienes te miran; esperan pacientemente las últimas lunas de agosto para regresar a tu morada y sentir como tu presencia aleja la orfandad y se llena el aire de luz. (Jclp)
Como tocar cielo. Así la casa con ventanas por la que entran los atardeceres; así los ojos que ven la eterna llanura y la calma después de la luz, al final de agosto. ¿Dónde acaba el día?
A lo lejos las torres de la ciudad sacian el aire. Avanza la mañana hacia el final de agosto. Tus ojos empiezan a llenarse de la neblina que humea donde las piedras despiertan. Va llegando lentamente la luz azul al cielo de Salamanca.
La noche en la ciudad se posa en las ramas de la luz. Todo es vigilia, tiempo de espera. La piedra nunca duerme; contempla como las alondras definen en su delicado vuelo el enigma del viento. En tus ojos sientes que las horas están en paz.
En lecho o nido, ubicado en la ladera del monte frondoso, junto al cauce del río, el pueblo es una melodía de tiempo y de rumores de gentes que lo habitan y que le dan la identidad que tiene. Sí. Todo lugar es centro del mundo.
Es la piedra de Salamanca la que lleva luz y cielo. (Jclp)
Sueña la noche el verano después de la fiesta. La luz de las casas guarda la alegría. En el silencio de la madrugada arden los recuerdos. Duerme el estío. Todo espera al nuevo día cuando el chupinazo rompa el
Toda belleza, si no está al servicio del ser humano, es estéril. No es lo que ocurre aquí. Porque sedas, tejidos y alhajas son portados por niñas y niños, y les dan un fulgor especial, los invisten de un aura de
Fuimos a la orilla para escuchar el agua y la noche. Allí estaba el puente y el río, y el silencio, que alimenta el alma del tiempo. Más allá, el castillo y el cielo estrellado. Entonces comprendimos el encanto de las
La belleza no es aquello que se puede comprar; se encuentra detrás de lo que sienten los hombres y mujeres que la saben guardar. A veces viene de lejos, de otros tiempos, y está, sobre todo, en lo que se sabe mirar. (Jclp)
Vértigo de vida cuajado de belleza. Desde tus alas de seda azul susurra el viento, la luz celeste que todo lo inunda de esperanza. (Jclp)
En el atardecer que se rompe, luz adentro, se detiene el tiempo. Es ese incierto instante de esperanza donde se labra la dignidad del hombre. Una espiga de ?avena loca? sostiene el cielo naranja al final del día en Monterrubio de La
Alguien cultivó en la tierra la semilla de los sueños y creció un perfume incomparable. Bajo el sol de agosto, los campos amarillos acogen esa alada calidez de la esperanza con unas pinceladas de oro azul y violeta. (Jclp)
Cielos, flores, atmósferas de tiempo, hebras de realidad, mujer que riega el empedrado de la calle, tiestos que se asoman a la curiosidad de la calle, linterna de la cúpula con veleta marina... Todo forma parte de una
De amarillo vivo se detiene la tarde en ti, entre tomillos y romeros, pedregales, girasoles, charcas secas, el cantueso, piornos, encinas, barceas, hinojos, avenas, romanzas, el llantén, altramuces, zarzamoras, cicutas, cardos,
Donde la luz nueva y la piedra vieja sanan y llenan el cupo de vivir. En esa piedra están tus ojos y levantaste la casa más bella. (Jclp)