Notables insuficientes

Como cada año, estos días el sistema español de enseñanza, uno de los más retrógrados, manipulados, obsoletos y desarticulados del mundo, está sometiendo a miles de jóvenes a un proceso de tortura por presión emocional, competitiva y de asfixiante inmediatez, llamado actualmente PAU, aunque ha recibido a lo largo del tiempo diferentes nombres y no menos diversidad de formas a capricho de administraciones regionales, ocurrencias universitarias y decisiones ministeriales a cual más abstrusa y enrevesada, que han convertido las primaveras de los jóvenes en perfectos sinónimos del desasosiego.

Los exámenes de acceso a la universidad, una suerte de objetivo al que se dedica la totalidad del último curso de Secundaria, es una pueril forma de filtro, embudo, selección y ajuste de que las universidades se sirven para encuadrar, distribuir y rellenar las aulas de sus facultades mediante puntuaciones no menos sibilinas que absurdas, basadas en la memorización y la repetición, por mucho que últimamente digan apuntar exigencias de razonamiento expositivo o enfoque competencial de las respuestas por los examinandos. (A punto de enviar este escrito para su publicación, llega la lamentable noticia de que en ciertos territorios no se penalizarán las faltas de ortografía, salvo en las materias de Lengua y Literatura, como si las materias técnicas y científicas pudieran ser atendidas y entendidas por inválidos en la expresión, inhabilitados sintácticos o incompetentes morfológicos; o que, tal vez, la capacidad ortográfica de quienes corrigen tema enfrentarse a su propio espejo…).

Los mecanismos y formas de acceso a los niveles superiores de enseñanza, tanto en la Primaria y Secundaria como Universitaria, constituyen en este país un amasijo de paternalismo, jactancia profesoral, incompetencia, altivez directiva y hojas Excel de resultados, perfecta y lamentablemente reflejado en cuantas investigaciones, encuestas, pruebas o valoraciones externas se realizan del sistema español de enseñanza, que una vez tras otra presentan los peores resultados.

Diríase que la enorme estructura burocrática, académica y funcionarial implicada en todo el sistema español de enseñanza, estuviera dirigida principal y casi exclusivamente a la continua revisión y conservación de esa misma estructura, a su complejización y enmarañamiento, y a proteger los derechos y prerrogativas de sus miembros, entre los cuales no figura el alumnado más que en participaciones de miserable figuración y como cuenta de resultados de la clase docente.

Las aportaciones de las nuevas tecnologías, especialmente las posibilidades de la Inteligencia Artificial Generativa, cuestión que actualmente concita un mayoritario rechazo en los vetustos pasillos universitarios y los no menos rancios de institutos y escuelas, así como el reconocimiento de las más que evidentes carencias de todo tipo del sistema de enseñanza en España, exigen una reforma radical y en profundidad, nuclear y omniabarcadora de métodos, formas, programas, técnicas y accesos, y en general de cuanto tenga que ver con la formación real de la sociedad de enseñanza (en ambos lados de la tarima) para que un día podamos llamarla, sin engañarnos, educativa.