Efluvios del Corpus

Como muchos pensarán, quizá no sean las mejores fiestas de la provincia, pero para todos aquellos que por una vez han tenido la oportunidad de disfrutarlas, las fiestas del Corpus de Vitigudino permanecerán siempre en sus memorias.

En medio de la religiosidad y lo laico, por no decir de sus guiños a lo pagano por ese desfile de disfraces heredado del carnaval, "los Corpus", como dicen en Vitigudino, son unas celebraciones que persiguen a los hijos de La Gudina allá donde se encuentren; son, pues, un sentimiento de arraigo al pueblo que les vio nacer o crecer, porque su huella nunca pasa inadvertida para los que pisaron estas tierras, y así, aflora cada año en sus corazones cuando se aproximan estas fechas, como el recuerdo de cuantos hicieron grandes estas fiestas.

La memoria del Corpus

Pocos recuerdan ya aquel toro 'arriscao' que llegaba en carrera desde Yecla, o aquella mezcla de religiosidad y laicismo que en 'los 40' supuso la introducción a escondidas de un carnaval prohibido. Fue entonces cuando la 'Plaza de las flores' comenzó a llamar la atención de cientos de comarcanos, que ávidos de emoción acudían a ver cómo los más valientes citaban a toros y vacas de más de una plaza. De aquella hornada de valientes hay quien aún mantiene en su memoria los cites del tío Chiquitán o El Maquelas, pues para ellos nunca hubo toro grande o 'aquerenciao', siempre dispuestos a entretener al personal, pero aquellos fueron otros tiempos.

En recuerdo de aquellos y los que hoy sostienen aquel testigo, la mayoría de los hijos de la Gudina acudirán un año más al tañer de las campanas de la torre para reencontrarse con su pasado, con el presente y con su futuro, pues por muchos años que pasen siempre llevarán en su corazón un pedazo del Corpus, el encuentro de familiares y amigos. Estos días, cada rincón será un lugar especial de bienvenida en los que aflorarán recuerdos pretéritos de lo que ha quedado en el camino.

Como las anteriores, estas fiestas del Corpus serán especiales para cada uno de ellos, tanto para los que ya cuentan el tiempo, como para los que piensan que el mundo será suyo. Sin duda, el Corpus se entregará a todos, como ellos lo han hecho siempre con estas fiestas, regalándole sus preocupaciones y desvelos, su dedicación, empeño y entrega, y, cómo no, su alegría, una alegría que año tras año ha inundado de fiesta calles y plazas.

El aroma del Corpus

Ya doblan las campanas de la iglesia y los mayordomos empuñan sus varas a la puerta de sus casas en tensa espera de los cofrades, engalanados de traje ellos y luciendo mantillas y peinetas sus acompañantes. La inocencia se viste de blanco y el aroma a tomillo la conduce a los altares en medio de una lluvia celestial de pétalos rosados. Y mientras el sol brilla con más fuerza sobre el Santísimo, la esperanza se tiñe de emocionadas lágrimas.

Con el sol en todo lo alto, rompiendo los tejados, el color se abre paso en algarabía; desde Santa Ana a San Roque y parada en Cuatro Calles para saludar al personal. El atronador cierre de las vallas siembra de emoción cada palmo de la calle y tras el eco de la bomba que irrumpe sobre el murmullo de los balcones, el ganado salta del camión para hacer a los valientes. Uno a uno los astados se funden en la fiesta en una explosión de alegría, color y emoción: "son los Corpus", se escucha.

¡Vivan los Corpus!