Laomao y yo
¿No buscó Jorge Luis Borges —acaso con demasiada fortuna— al otro Borges, en El sur?
¿No buscó Jorge Luis Borges —acaso con demasiada fortuna— al otro Borges, en El sur?
Lo demás, la y el lector, las estrellas del cielo, las plantas de la ventana, lo saben. Evitaré la fatiga de leerlo.
El libro que glosaba el original chino tenía la marca de imprenta de un establecimiento de la calle Revolución. El tiraje constaba de 42 ejemplares.
Tenemos a la vista el nombre asignado al cono de luz —visto desde otra perspectiva, parece compartir su arquitectura cambiante con la arquitectura de un hermoso cuerpo humano—, se llama Laomao.
Me ha sucedido lo que mismo que con Zhu Xi, Cao Xueqin, Wu Cheng’en, Li Qingzhao, etc., o, para que ustedes entiendan, en términos latinos, con Francisco Colonna, Enrique de Villena, Manuel Rodríguez Herrero, etc.
Un nadador acaba con la piscina olímpica, la destroza, la hace suya, la gira y azota con sus brazos y hombros poderosos, Atlas de una nueva Atenas.
El asombro de vivir carecía de importancia y todo se reducía, como el polvo, o la muerte, a un sueño infinito, de pasión y búsqueda.
Tomé unas notas manuscritas y las esparcí en la alfombra, como semillas mágicas que al caer leyeran unas suertes virgilianas.
Contempla en las pupilas de sus ojos, la lágrima que humecta la poesía.
Hoy, cuando releo su escrito, acompañado de una fotografía expresiva, dejo el teléfono en la repisa de la ventana y tomo la escoba. Barrer el suelo, hoy sábado, me permite olvidarme de mí mismo y recordar el
Una lengua es repetición, práctica, memoria, olvido. Su estudio opera con las notas, glosas, escolios, erratas, marginalia. Esa materialidad, dijo mi librero, suele pasar desapercibida, no se le ha prestado la atención debida
Los ignoré. Referí el escenario de la mañana. Me olvidé de ellos. Fue de ese modo como, sin intervención mía, aparecieron.
¿Han percibido que los libros cobran vida?
Una enseñanza que con dificultad podremos aprender, acaso, a los 42 años.
Esto vale más que las letras, queremos creer, al menos en el presente escrito.
Sumario: temblor, tesis no enunciada, preguntas retóricas, ritual, belleza, 42 años, aprendizaje de la escritura.
El pájaro que llega a la viga vencida comunica lo que en vano intentaremos recordar al día siguiente.
Declinamos el timbre de Washington, Estocolmo, El Cairo, Singapur. Continuamos leyendo, en silencio, el poema Mar de plástico, de Dai Weina.
Historias como esta las conoce de sobra el público lector. Más el de la Biblioteca Pública de Salamanca, Casa de las Conchas, que en ocasiones, por no decir siempre, es el que tengo frente a los inconstantes ojos del alma.
Su cónyuge nos acercó unas tazas de caldo de mariscos recalentado, más unas cervezas del norte del país