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“Canto hondo y sentido” de Lauren Risueño a la Semana Santa Mirobrigense
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Semana Santa 2014

“Canto hondo y sentido” de Lauren Risueño a la Semana Santa Mirobrigense

Actualizado 06/04/2014
Redacción Ciudad Rodrigo

El pregón de Lauren Risueño se complementó con un concierto musical a cargo de los hermanos Gutiérrez

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El polifacético Lauren Risueño fue el encargado en la tarde-noche del sábado de ofrecer el 'prólogo' de la Semana Santa Mirobrigense 2014, con un pregón en el Teatro Nuevo Fernando Arrabal que fue -como lo definió el Obispo Raúl Berzosa- un canto "hondo y sentido". Como ya ocurriera el año anterior cuando se llevó hasta el Teatro la imagen de la Virgen de las Angustias, en esta ocasión el escenario estaba presidido por la imagen de La Santa Cruz perteneciente a la Ilustre Cofradía de la Santa Cruz, responsable este año de la Semana Santa.

Precisamente, su presidente, Arturo Ronco, fue el encargado de abrir el acto, expresando que las Cofradías quieren durante estos días "contribuir a difundir el mensaje de Jesucristo". Arturo Ronco espera que los días de Semana Santa sean "jornadas fructíferas para nuestras vidas, en lo personal y en lo espiritual".

A continuación, tomó la palabra Francisco Morales, que introdujo al pregonero, destacando de él que ha sabido "pasear el nombre de Ciudad Rodrigo allá por donde fue". Lauren Risueño "ha llegado a identificarse tanto con esta tierra, que no hay un gesto o palabra que haga sin referencia a esta tierra". Asimismo, resaltó la pertenencia del pregonero a las Cofradías de San Sebastián, San Blas y la Virgen de la Soledad. Por último, Francisco Morales espera que sea la "semana de pasión, pero también fiesta de la resurrección, que nos llena de esperanza".

Lauren Risueño inició su pregón con un poema sobre la imagen que presidía el escenario, La Cruz. Ese primer poema fue uno de los elementos especiales que tuvo su intervención, que incluyó también la interpretación de dos poemas con el acompañamiento de José Manuel Gutiérrez al piano, y otras dos piezas musicales pregrabadas (la marcha Nuestro Padre Jesús y por el tema Jesús de la Victoria).

El pregonero dedicó la primera parte de su intervención a evocar las Semanas Santas de su infancia, con sentimientos contrapuestos: por un lado, "aquella exaltación religiosa compartida que recorría la ciudad, el fervor piadoso que unía los corazones de las gentes", y por otro, "la mirada confusa y angustiada de un niño, yo mismo, que intentaba comprender la dolorosa Muerte de un hombre llamado Jesús, y su gloriosa Resurrección".

Siendo alumno de las Teresianas, las monjas les llevaban a ver a los escolares los pasos de Semana Santa, siendo para él "muy difícil interpretar el sentido de aquel cuerpo torturado del Cristo del Calvario; o comprender el significado del sereno sufrimiento del rostro de La Dolorosa, o la espeluznante crueldad reflejada en las miradas de los hombres que azotaban a Jesús".

Posteriormente, mencionó recuerdos más concretos de la Semana Santa, como su participación en la procesión de La Borriquilla, las 'Noches de Tinieblas' en los oficios de maitines, o los sermones. Con esas vivencias, "junto a las enseñanzas cívicas y religiosas que recibíamos de nuestros padres, maestros y religiosos, fuimos cimentando la base de nuestra educación y nuestro devenir adulto".

Ese tipo de educación "hoy puede parecer obsoleta y trasnochada". Desde su punto de vista, la sociedad ha ganado "en tecnología y conocimientos", pero "hemos perdido en referencias y valores familiares, de convivencia, éticos y religiosos" (este punto recibió un sonoro aplauso durante el pregón). Para Lauren Risueño, "no deberíamos dejarnos llevar por el relativismo ético que azota nuestro tiempo", defendiendo que "quiénes creamos que así debe ser, debemos mantener y defender la verdad y el nombre de Dios".

La Semana Santa es "un buen momento para reflexionar sobre estos temas", es tiempo "de introspección, de buscarnos por dentro y de mirar con serenidad lo que nos rodea para reflexionar".

Tras ese bloque, Lauren Risueño pasó a hablar de la Semana Santa de Ciudad Rodrigo, donde "la propia singularidad de la ciudad, engrandece y enriquece la Semana Santa mirobrigense", con "palacios y casas solariegas de doradas piedras y la pátina de un pasado esplendoroso, como marco ornamental de procesiones solemnes".

Según explicó, se le hace difícil describir con palabras "todo lo que cada una de estas imágenes trae a mi alma", explicando que ha estado en procesiones en capitales importantes como Valladolid o Zamora, pero no le ha hecho olvidar "la personalidad de mi Semana Santa". Bajo su definición, las imágenes de Semana Santa son "tan nuestras como las piedras que ennoblecen esta ciudad".

A partir de ahí, empezó a hacer un recorrido por cada una de las procesiones de la Semana Santa Mirobrigense, en el mismo orden en que se desarrollan. En el tramo final de su pregón, rogó a los hermanos de las distintas cofradías y hermandades que "continuéis perseverando en esta bella y noble tarea que es mejorar y embellecer nuestra Semana Santa, un esfuerzo en el que debemos solidarizarnos todos los mirobrigenses, cada uno en el grado y compromiso que sea capaz de asumir".

Concluido el pregón, subió al escenario el Obispo de la Diócesis Raúl Berzosa quién, tras fundirse en un abrazo con Lauren Risueño, manifestó que el pregón había sido un "canto sentido y hondo, con ecos profundos que nos han atravesado el alma". Por último, Berzosa recitó el poema Procesión de madrugada en Ciudad Rodrigo del poeta mirobrigense Jesús Nieto López.

A continuación, y como complemento al pregón, los hermanos Gutiérrez (Manuel José, Tevi y Paloma) ofrecieron un recital musical, que también fue muy aplaudido por el numerosísimo público que se congregó en el Teatro.

Pregón íntegro de la Semana Santa Mirobrigense 2014 a cargo de Lauren Risueño

La Cruz es eso, la Cruz,

La que suma y multiplica,

La que no resta ni quita,

La que siempre nos da más.

Es la plenitud total.

Un gesto de abiertos brazos,

Y un corazón desgarrado

Hasta la gota final.

La Cruz es ventana abierta

A un repicar de campanas.

Cristo en la Cruz, mañana,

La luz nueva al despertar.

Es una mano tendida

Llena de misericordia,

Esperanza redentora,

Recta y morada final.

Cristo en la Cruz es hermano

Hecho como yo de arcilla

Espero como Él, un día,

Sentirme resucitado

Reverendísimo Sr. Obispo, Ilustrísimo Sr. Alcalde, autoridades, miembros de Cofradías, señoras, señores, hermanos todos en la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Decía Quevedo, que "el agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien". Es por ello que no quiero comenzar sin antes mostrar mi gratitud a quiénes hoy han venido aquí a escuchar mis reflexiones más espirituales en este tiempo de Cuaresma que se acerca a sus horas más dolientes. Y mostrar también mi gratitud a la Ilustre Cofradía de la Santa Cruz, a quién debo la invitación a pregonar la Semana Santa Mirobrigense 2014, un acontecimiento siempre de especial significación en nuestra ciudad. Y cómo no, a Francisco Morales Izquierdo, mi presentador, a quién me une amistad, afecto y admiración, más si cabe, tras el cariño y las amables palabras que ha pronunciado antes de que yo pusiera letra a mi pregón. Un honor, una responsabilidad, un compromiso que me obliga y emociona, y al que, como hijo fiel de esta ciudad, espero saber corresponder debidamente.

Las emociones se desataron en el mismo momento en que se me ofreció hacerme cargo de este pregón. La memoria pegó un hermoso salto atrás, y me devolvió a aquellos años ya lejanos de mi niñez. Recuerdos y vivencias que se despertaron llenas de imágenes y sentimientos contrapuestos. Por un lado, aquella exaltación religiosa compartida que recorría la ciudad, el fervor piadoso que unía los corazones de las gentes. Por otro, la mirada confusa y angustiada de un niño, yo mismo, que intentaba comprender la dolorosa Muerte de un hombre llamado Jesús, y su gloriosa Resurrección.

Recuerdo con nostalgia la inocencia de mis primeros años, cuando siendo todavía un párvulo, las Madres Teresianas nos acompañaban a la capilla del colegio para mostrarnos los pasos de las diferentes cofradías que allí se guardaban como un tesoro divino. Sobrecogidos por el silencio de la iglesia, entre cirios humeantes y olor a incienso, las monjitas trataban de explicarnos con paciencia y ternura el sentido que tenía toda aquella magnifica imaginería. Pero, a pesar de sus afanes y desvelos, las preguntas inevitablemente se sucedían una tras de otra:

¿Por qué le pegan?

¿Por qué ese hombre lleva una cruz y tiene sangre en la cabeza?

¿Por qué lo clavan a una cruz?

A los ojos de este niño, en la simpleza de sus infantiles razonamientos, le resultaba muy difícil interpretar el sentido de aquel cuerpo torturado del Cristo del Calvario; o comprender el significado del sereno sufrimiento del rostro de La Dolorosa, o la espeluznante crueldad reflejada en las miradas de los hombres que azotaban a Jesús.

Otros recuerdos llegaron más amables y luminosos, más nostálgicos también. Cogido de la mano de mi madre, yo acompañé a Jesús en la Borriquilla. Era un niño con túnica y palma, lleno de orgullo, al que su madre iba contándole la hermosa y triunfal entrada de Jesús en Jerusalén. Y viene también a mi recuerdo, aquella "Noche de Tinieblas" en los oficios de maitines, con las carracas traqueteando el aire de la Catedral y de las parroquias. Y aquellas voces que alegres gritaban "¡Aleluya, aleluya, el que la coja es suya!", mientras desde las ventanas de la Catedral, volaban como palomas de papel, pequeñas estampitas que nos apresurábamos a coger llenos de dicha.

En aquella época, era costumbre que nuestros padres nos acompañaran a todos los actos de la Semana Santa: las procesiones, los Santos Oficios, la visita a los diferentes monumentos ubicados en las iglesias de la ciudad y los arrabales... Y con ellos asistíamos a los sermones de "El Encuentro", al de "Las Siete Palabras", "La Soledad" y otros más. Mis padres decían de aquellos predicadores que eran "grandes oradores sagrados". Y de aquellos maestros de la divina palabra, hoy quiero devolver la memoria de D. Remigio Bogaz, de D. José María Blanco y de D. Emeterio Ladero.

Con estas vivencias infantiles y otras muchas más, junto a las enseñanzas cívicas y religiosas que recibíamos de nuestros padres, maestros y religiosos, fuimos cimentando la base de nuestra educación y nuestro devenir adulto. Una educación o forma de educar que hoy puede parecer obsoleta y trasnochada, especialmente en estos tiempos en que internet, los teléfonos móviles y la informática han transformado por completo el modo de comunicarnos con los demás. Sin embargo, aunque el mundo se mueva cada vez más rápido y con otra inercia y objetivos, cada cual es hijo de su tiempo vivido y, sin querer disgregar el curso de mi disertación, creo que a pesar de que hemos ganado en tecnología y conocimientos, hemos perdido en referencias y valores familiares, de convivencia, éticos y religiosos.

No deberíamos dejarnos llevar por el relativismo ético que azota nuestro tiempo. Y quiénes creamos que así debe ser, debemos mantener y defender la verdad y el nombre de Dios.

El periodo de Semana Santa es un buen momento para reflexionar sobre estos temas. Dios se hizo carne y murió por nosotros. Esto es lo que conmemoramos. Una historia que se inicia hace más de veinte siglos y donde es más que probable que aquellos que asistieran al martirio y ejecución del condenado, no fueran realmente conscientes de los profundos cambios que se avecinaban. Puede que nosotros, al igual que ellos, inmersos en el devenir de nuestro tiempo, tampoco seamos conscientes de lo que habrá de venir tras la profunda transformación social que hemos comenzado a vivir. Puede que el origen esté en esta terrible crisis económica que nos azota. Puede también tenerlo en la crisis política que vivimos y en la desconfianza que se ha generado en la sociedad civil hacia algunos representantes públicos por la ambición desmedida de quiénes deberían ser ejemplo inspirador de la sociedad. Puede que esté en el desinterés ciudadano hacia la propia convivencia comunitaria. Sean cuales sean las causas, las consecuencias de esta pérdida de valores, no somos aun capaces de sospecharlas a pesar de que ya sentimos sus desolaciones y menoscabos. De este modo, entrar en la Semana Santa, permite entrar en un tiempo de introspección, de buscarnos por dentro y de mirar con serenidad lo que nos rodea para reflexionar.

Ciudad Rodrigo es una ciudad maravillosa. Su historia nos ha dejado una herencia impagable para poder vivir y sentir con entusiasmo y fervor el magno acontecimiento de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Gracias a este rico e importante legado patrimonial, nuestra ciudad fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1944. Es así que la propia singularidad de la ciudad, engrandece y enriquece la Semana Santa mirobrigense. Los desfiles de las diferentes cofradías por sus plazuelas recoletas, sus calles estrechas medievales, sinuosas, y tan llenas de misterio. Palacios y casas solariegas de doradas piedras y la pátina de un pasado esplendoroso, como marco ornamental de procesiones solemnes.

Se hace difícil describir con palabras todo lo que cada una de estas imágenes trae a mi alma. Emociones siempre contrapuestas que trascienden más allá del sentir común; que se entrelazan con la angustia, la esperanza o la soledad mientras mis ojos se clavanen los rostros de las tallas centenarias. Necesitaría el verbo de un poeta para describir las emociones que se agolpan en mi corazón. Porque aunque nuestros tallistas no son los más renombrados, sí han sido capaces de transmitir la espiritualidad de las mejores imaginerías, recreando los momentos más emocionantes y hondos de la Pasión. Momentos a hombros de cofrades -¡ah, centenarias cofradías de Ciudad Rodrigo!-, que recorren la monumentalidad de la ciudad hospitalaria para disfrute de mirobrigenses y forasteros.

En alguna ocasión he tenido la oportunidad de asistir a otros desfiles procesionales en capitales importantes, Valladolid, Zamora? donde las imágenes tienen una grandeza soberbia, espectacular, y las cofradías se suceden en maravillosos cortejos de estética inigualable. Sin embargo, esto no me ha hecho olvidar la personalidad de mi Semana Santa, de la suya también. El Cristo del Silencio, El Calvario, El Nazareno, la Virgen de las Angustias, la Soledad, esa Dolorosa mirobrigense que no podrá ser sustituida por ninguna otra Dolorosa aun siendo de extraordinario valor artístico. Son nuestras imágenes, las que hemos conocido siempre. Tan nuestras como las piedras que ennoblecen esta ciudad; las que nos han visto crecer, a mí, a nuestras familias, a nuestros vecinos, a nuestros amigos. Son las mismas imágenes que me impactaron cuando era niño, aquellas ante las que yo una y otra vez me preguntaba "¿por qué?".

Recuerdo un año que procesionó el Calvario de Juan de Juni, y quedó depositado temporalmente en el Pórtico del Perdón, junto al Cristo del Silencio. Como muchos mirobrigenses fui a admirar aquella Cruz de gran renombre, valor artístico e importante autor. Pero nada pudo ensombrecer la mirada de mi Cristo del Silencio. Mirada ante la que hoy me sigo estremeciendo como la primera vez que la tuve cerca.

Y con silencio y oración entro en el Viernes de Dolores. Desde la Parroquia de Santa Marina sale La Dolorosa, a hombros de cofrades y penitentes de la Cofradía de Jesús Nazareno. Un largo recorrido para quedar absorto en el rostro lleno de sufrimiento y dolor de María Madre. Madre que sospecha el dolor infinito que le traerá la muerte del Hijo. ¿Por qué sufre?, me preguntaba de niño con extrañeza. Sesenta y cinco años más tarde, aquel niño le cantó la plegaria de los Tres Amores. Los cofrades detuvieron el paso de la Virgen y lo giraron hacia el balcón donde yo estaba. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo cuando estuve frente a Ella. Fui presa de una emoción indescriptible, casi celestial, que hubiera querido detener en el tiempo para siempre. Tres amores a mi Virgen, tal vez no fueran suficientes.

Sale la Borriquilla de la parroquia de Santa Marina el domingo de Ramos y aromas de laurel. Por el Puente Mayor, la sagrada borrica cruza las aguas rumorosas y transparentes del Águeda. Los niños cantan acompañando a Jesús, el Jesús de los niños, el que tantos corazones conmueve. Y arre borriquita, la ciudad dentro de la muralla quiere verla. Y así la pollina asciende sin resuello por La Colada, cruzando la bóveda, los mirobrigenses la aclaman. Al igual que cuando Jesús entró en Jerusalén cruzando las murallas. Con la alegría y los niños en las calles. ¡Aleluya, Jesús viene, ya está aquí! ¡Reíd niños, cantad, no nos privéis del feliz alborozo de vuestros días azules! ¡Ya vendrá el

cruel silencio, que anticipará la Muerte!

(PAUSA)

Silencio que busca Jesús tras celebrar la Última Cena. Siente necesidad de orar y se retira al Huerto de los Olivos. Triste y abatido cae de rodillas, según San Mateo, postrado rostro en tierra:

"Padre mío, si es posible que pase de mí este cáliz; pero no sea como yo quiero, sino como quieres Tú".

Desde 1883, la Cofradía de La Oración del Huerto, fundada por el gremio de hortelanos, se acerca a este momento de la Pasión. Con paso cadencioso y solemne, recorre las calles la imagen que representa a Jesús en honda oración, el alma doliéndose por dentro.

El Martes Santo, la Cofradía de Jesús Nazareno desfila portando "Los Azotes". Ha comenzado la representación hacia el Gólgota, el camino del calvario. Un paso que siempre me perturba. Se hace incomprensible, terriblemente doloroso observar tanto sufrimiento en el rostro de Cristo. Dolor del Hombre por amor al hombre que no es capaz de encontrar una luz en sus espesas sombras.

¡OH ROSTRO ENSANGRENTADO!

(Coral nº 72 de la Pasión según San Mateo de Juan Sebastián Bach)

¡Oh rostro ensangrentado,

Imagen del dolor,

Que sufres, resignado,

La burla y el furor!

Soportas la tortura,

La saña, la maldad,

En tal cruel amargura,

¡Qué grande es tu bondad!

Cubrió tu noble frente

La palidez mortal,

Cual velo transparente

De tu sufrir, señal.

Cerrosé aquella boca,

La lengua enmudeció

La fría muerte toca

al que la vida dio.

Señor, tú has soportado

Lo que yo merecí,

La culpa que has cargado

Cargarla yo debí.

Mas mírame: confío

En tu Cruz y Pasión.

Otórgame, Dios Mío,

La gracia del perdón.

Aunque tu vida acaba

No dejaré tu Cruz;

Pues cuando errante andaba

En ti encontré la luz.

Me apacentaste siempre,

Paciente cual pastor,

Me amaste tiernamente

Con infinito amor.

Integrada exclusivamente por mujeres, la cofradía sale con la Virgen de las Angustias. Mujeres que portan el dolor de la mujer Madre, María. Confieso que me siento impresionado ante esta imagen. Ese semblante arrebatado de dolor de la Virgen junto a su Hijo, postrado en su regazo, desfigurado, muerto por los pecados del mundo. Nos hace pensar, que también María, en su alma, se crucificó con Jesús. Que siente como suyas todas las afrentas hacia su Hijo; los azotes, la coronación de espinas y finalmente la lanza que se clava en el costado. ¿Acaso existe un dolor más intenso que el que sufre una madre por la muerte de un hijo de su vientre?

La muerte está acunada en tus

rodillas

y es la muerte de Cristo

redentora.

Muerte de luz que vida da a la

vida

y en vez de ocaso es manantial

de aurora.

Pero tu angustia, madre,

inevitable

por ser humana muerte, es

dolorosa.

Es la muerte de un hijo que a

sufrido

un calvario de escarnios su

persona.

Ni el luctuoso duelo de tu hijo

ni la trágica angustia que te

aborda

han conseguido ajar tu noble

estampa

ni tu belleza ensombrecer,

Señora.

Y me pregunto yo: ¿Cómo sé

explica

-¡Oh, gran contrasentido de la

historia!

que la opresora angustia que te

envida

realce la beldad que Tú

atesoras?

Has catado la hiel del

sufrimiento

y en tu imagen la angustia se

denota

pero en ti late un gran

presentimiento:

la muerte de tu hijo es

transitoria.

Tu corazón que sufre

humanamente

adivina una muerte victoriosa.

Cristo, divino Dios y redentor,

ha de resucitar en plena

euforia.

(PAUSA)

Poco más tarde, y partiendo de la Catedral, desfila la centenaria Cofradía de La Santa Cruz. Este recorrido tiene un encanto especial. Discurre por la estrecha calle de Los Cáceres, adquiriendo gran espectacularidad cuando pasa por la Plaza del Conde ?espacio bellísimo de nuestro callejero urbano- donde los palacios del Conde de Montarco, Nieto de Silva o Casa de los Cornejos, rinden pleitesía secular a diferentes pasos de nuestra Semana Santa, entre ellos, la Santa Cruz. Esta cruz de madera, admirablemente tallada por el artista mirobrigense Gumersindo Lagar, constituye una demanda anunciadora. Así pues, no podemos pasar por alto la Cruz que en estos momentos está padeciendo la sociedad con toda clase de restricciones, privaciones y pobreza, haciendo hincapié en ese índice de desempleo tan terrible, en el cual el ser humano se ve impotente para poder ser útil a la sociedad y poder resolver sus necesidades más indispensables. Seamos solidarios con la causa. En la cruz se haya oculto el amor y, cuando las pasiones e infortunios ofuscan nuestra mente, acercarse a la Cruz es acercarse al amor del prójimo.

Después de haber colocado al Cristo crucificado en sus andas y ante una gran expectación, la Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiración jura absoluto silencio ante las últimas palabras de Nuestro Señor:

¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!

"En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso"

¡Madre, he ahí a tu hijo! ¡Hijo, he ahí a tu madre!

¡Dios mío?Dios mío! ¡Porqué me has abandonado!

"Tengo sed"

"Todo se ha cumplido"

"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu"

Con solemne lentitud y respeto, en silencio sobrecogedor, avanza la procesión en su largo recorrido por los lugares más íntimos y recónditos de la ciudad. Solo los roncos tambores y las esquilas del viático se atreven a atravesar el aire. No puedo evitar revivir algunos momentos del paso, cuando la cofradía transita por la plaza del Castillo, con el monumento militar al fondo prestando su protección a la imagen; la esforzada ascensión por La Colada; la emoción que se siente al observar desde la muralla su majestuoso discurrir y, finalmente, la espectacularidad de verla entrar en la Plaza Mayor.

Un año, en la bajada de la Puerta del Sol y desde el balcón de mi recordada Auri Marco tuve el alto honor de cantarle una Saeta. Hoy, lo hago con esta otra oración cantada:

CRUCIFIXUS (De G. Puccini)

Crucifixusetiampronobis

Pasus, pasus, et sepultus est

Crucifixusetiampronobis

Crucifixus, crucifixus

etiampronobis

pronobissubPontioPilato

Crucifixusetiampronobis

Etiampronobis

Crucifixus

etiampronobis

pasus, pasus et sepultus est.

Crucifixus, crucifixus, crucifixus

etiampronobis

pasus, pasus et sepultus est.

Pasus, pasus et sepultus

Et sepultus, sepultus est.

(PAUSA)

Llegado este momento, la Semana Santa se acerca a otro clímax trascendental de la Pasión: el encuentro de la Madre y el Hijo en su camino hacia el calvario. La cofradía de Jesús Nazareno, acompaña con sus penitentes a la imagen de la Virgen Dolorosa, saliendo de la catedral; y también a la de Jesús Nazareno, que sale de la iglesia de San Agustín para encontrarse en la plaza mayor, y allí, revivir el patético y descarnado momento de dolor, para seguir recorriendo nuestras calles mirobrigenses a semblanza de lo que fuera la Vía de la Amargura en Jerusalén. Nos hallamos ante uno de los momentos más sublimes de la Pasión. El dolor en estado puro. Una madre que va a perder a su hijo; un hijo que ofrece su muerte por nosotros, los pecadores, y al que seguimos crucificando, en cada una de nuestras caídas.

El Santo Entierro procesiona el viernes por la tarde y aglutina en su recorrido a las numerosas y centenarias cofradías. De suerte que podemos contemplar la pasión y muerte de nuestro señor Jesucristo en toda su grandeza. Un largo y tortuoso recorrido plagado de dolor, pero también de esperanza.

Y si intenso es el Encuentro y el Santo Entierro, no lo es menos, la Soledad. La noche del Viernes Santo procesiona esta cofradía, con una virgen que impresiona por el dolor y el sufrimiento que transmite, y convoca a las mujeres enlutadas por la tristeza de la muerte de Jesús. ¡Cuántas veces me ha hecho estremecer la silueta y el hondo patetismo de María! ¡La angustia de su rostro que es fiel reflejo de la soledad humana ante el dolor de la existencia!

En estos precisos instantes dedicados a la Virgen de la Soledad, desearía que ustedes me acompañaran, con el pensamiento, a contemplar a la Virgen ?nuestra alcaldesa perpetua- elevada sobre su carroza, subiendo con solemne lentitud, plaza arriba, mientras es escoltada, yo diría, arrullada, por la marcha de nuestra flamante Banda Municipal de Música, dirigida por mi amigo Manolo Pérez de Burgos. Cierren los ojos, y déjense llevar.

MARCHA DE SEMANA SANTA: "Nuestro Padre Jesús"

"Anunciamos tu Muerte, proclamamos tu Resurrección", repetimos a coro en la liturgia diaria de la Santa Misa. Anunciar y proclamar, nos marca el sentido de dos realidades diferentes. "Anunciar", significa, entre otras cosas, "hacer saber"; mientras que "proclamar" es "declarar pública y solemnemente el principio y el reinado de alguien". Así el énfasis que ponemos a la Resurrección de Jesucristo tiene otra intensidad que el de la muerte. Todo cobra sentido tras la Resurrección de Cristo: la tortura, los desprecios recibidos, las humillaciones, el dolor y sufrimiento de sus seres más cercanos.

"Si no hubiera Resurrección ?en palabras de San Pablo-, vana seria nuestra fe". La Pasión de la Semana Santa no es más que el relato minucioso e iconográfico de un proceso que desemboca en la razón de que hoy demos testimonio de su divinidad. Y es por esta razón que otorgamos a la Resurrección una valoración superior a todos los demás momentos de la pasión; el sufrimiento tiene un fin: la salvación de la humanidad.

Y así canta la liturgia de la mañana pascual. Voltear de campanas, cohetes y bombos; músicos, comisiones y representantes de todas las cofradías. ¡Qué bien expresó la alegría de la Resurrección de Cristo, el marqués de Lozoya en estos versos!

Domingo de Gloria ¡Campanas al viento!

Relumbran los aros del Altar Mayor

¡Corazón que el pecho bates de contento!

¡Campanita herida dobla tu clamor!

¡Domingo de Gloria! Los hombres han visto

Vencida la muerte, triunfante el dolor.

¡Con Cristo sufristeis, gozad hoy con Cristo!

Los amigos fieles de Nuestro Señor.

TEMA MUSICAL:

"JESÚS DE LA VICTORIA"

"Música del Regimiento Inmemorial del Rey nº 1"

Y no quiero finalizar este pregón de la Semana Santa mirobrigense de 2014, sin hacer un ruego a todos los hermanos de las distintas cofradías y hermandades, y es que continuéis perseverando en esta bella y noble tarea que es mejorar y embellecer nuestra Semana Santa. Un esfuerzo en el que debemos solidarizarnos todos los mirobrigenses, cada uno en el grado y compromiso que sea capaz de asumir. A lo largo del año disfrutamos de algunas fechas en el calendario local festivo por las que nos esforzamos con entusiasmo en obtener cada vez mayor resonancia y relieve. Así también, la Semana Santa debe ser contemplada desde diferentes vertientes: desde la espiritualidad, la primera, pero también desde la tradición y la cultura. Todos ellos, factores que atraen año tras año a un gran número de visitantes que buscan en nuestra ciudad lo mejor de nosotros mismos.

Y ya sin mayor demora, reitero mi gratitud a todas las autoridades miembros de cofradías, familiares, amigos y demás ciudadanos que han asistido a este pregón. Y especialmente a la Santa Cruz, seña de identidad del cristianismo, que con su austera y simbólica presencia ha presidido este solemne acto.

Ante la Cruz me llamas

En tu agonía.

Ante la Cruz me llamas

Y he aquí que tropiezo

Con las palabras.

Ante la Cruz, Señor,

Aquí me tienes;

Ante la Cruz, Señor,

Pues tú lo quieres.

Muchas gracias y buenas noches.

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