Orive, Del Álamo y Diosleguarde devuelven la seriedad a Vitigudino
Foto: Miguel Corral
La papeleta que tenían el empresario Ángel Corral y el Ayuntamiento de Vitigudino con el asunto taurino este año, 16 de agosto, era peliaguda. El año pasado todo salió muy mal porque el espectáculo, que debe seguir una normativa y un decoro acorde a la categoría de la plaza, porque reinó la desidia.
Como para echar al público de la plaza, vamos.
Sin entrar en más detalles, porque sería muy cansino y ya no aportaría nada, mejor olvidarlo, ayer todo fue bien distinto, pero recuperar el fiasco anterior va a costar y la prueba estuvo en el aforo que se cubrió en esta plaza antañona en la que sentase en un pedrusco y aguantar allí dos horas y media ya supone una peculiar forma de tortura.
Hubo menos gente que el año pasado. Levantar esta fecha tan taurina en Vitigudino va a costar, pero hay que tener paciencia y, sobre todo, seguir la línea marcada ayer: buena organización, atención al estado del ruedo, alguacilillo bien vestido, música aceptable, dos picadores en plaza como exige el reglamento y cartel apañado, aunque este tema siempre es proclive a la discusión.
Por ello, en lo concerniente al entramado organizativo de la corrida de toros, notable.
En el asunto artístico, la corrida de Orive ofreció un bello espectáculo de bravura y nobleza, demostrando que no hace falta una “caja” imponente en el toro para que allí se vea todo lo que conlleva casta de la buena y múltiples posibilidades para quien de verdad quiere ser torero. Toros bien presentados, de trapío mediano pero una energía brava sostenible en la lidia sobresaliente. Puso a prueba a los toreros, hubo excelentes pares de banderillas y momentos muy brillantes en las faenas de muleta.
No quiero entrar en detalles. Lo hice durante muchos años y el respeto a quien se pone delante de un toro agudiza mi sentido de la admiración. Sólo decir que hubo un torero que emocionó de verdad, ¿en eso consiste este tema no?, y que tiene muy claro lo que quiere. Yo ahí lo dejo.
El rejoneador Andrés Romero tenía prisa, nos enseñó sus guapas monturas, puso mucho empeño y requirió palmas a todas horas.
No esperé nada después de que Diosleguarde, por fin, acabara con el sexto. Me dolía el culo una barbaridad.
Un toro de vuelta al ruedo, tres aplaudidos en el arrastre…
Los toreros salieron a hombros, pero la verdadera estrella tiene corto el apellido: Orive.
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