La llegada de la Navidad

El canto del gallo anunciaba la llegada de un nuevo día. En casa, las brasas de la lumbre del día anterior se mostraban agotadas bajo las llares de la chimenea de la cocina, mientras en la pared el calendario aparentaba ser un árbol de hoja caduca, conservando apenas una hoja, la del mes de diciembre, siendo el augurio de que la vida útil del propio calendario estaba llegando a su fin y en menos de un mes sería reemplazado por otro nuevo, cargado de hojas.

Entretanto, en el campo, el rocío de la mañana besaba al amanecer con sus lágrimas transparentes las gélidas hojas de las plantas, que poblaban unos campos de apariencia congelada cuando los primeros rayos del sol del día buscaban abrirse paso entre la neblina que se agarraba al terreno.

El clima presagiaba ya desde hacía varias semanas la llegada inminente de la Navidad, y con ella, el ocaso de un año que tocaba a su fin, tras haber dejado atrás hacía meses la explosión de júbilo de las fiestas patronales, que cada verano llenaban de alegría las calles del pueblo.

Ahora, cerca ya del final de año, las familias volvían a reencontrarse, pero eran la lumbre y la mesa camilla con el brasero quienes ejercían de grandes anfitriones para las juntanzas familiares, buscando alejarse del frío que poblaba las calles. Desde estas, una vez que caía la noche, se observaba con la tímida luz que asomaba entre las rendijas de las persianas bajadas que la vida del pueblo se recluía en el calor de cada hogar.

Llegada ya la mañana, las primeras luces del día mostraban a un operario municipal afanándose en colocar diversos adornos navideños, unas humildes luces en la entrada del pueblo que diesen la bienvenida a quien entrase a la localidad, que se sumaban al árbol que había pasado a presidir la plaza del pueblo, y que unido a las luces doradas que colgaban del balcón del ayuntamiento, daban un ambiente cercano, hogareño, de Navidad familiar.

Y es que, sin haber llegado aún la Nochebuena, la Navidad ya se había instalado en el pueblo, presagiando unos días de disfrutar de reencuentros con familiares, amigos, de disfrutar de unas fechas entrañables envueltas en luces de oro, plata y zafiro que nos hacen soñar con los ojos abiertos para recorrer con esperanza y alegría los caminos del belén de nuestra vida.

¡Feliz Navidad y próspero 2025!