La vida feliz V

Podríamos empezar diciendo que en medio de los desiertos hay algunos oasis. En nuestro caso de la búsqueda de la felicidad podemos decir que en este mudo de placeres superficiales, sensitivos y fugaces hay también personas que solas o en grupo o comunidad buscan la felicidad en su interior y encuentran el placer en la paz del espíritu o en la contemplación de la belleza bien sea de la vida natural o del arte; y en las vivencias y pasiones más nobles del ser humano como son el amor, la fraternidad, la compasión, la ayuda a quien lo necesita. La felicidad puede encontrarse y de hecho muchos la encuentran no solo en la vida placentera sino también en el sufrimiento y el trabajo por una buena causa, como puede ser una dedicación solidaria en la pertenencia a una ONG que lleva consigo el sacrificio de ayudar a los necesitados o salvar a los emigrantes que cruzan el mar en malas condiciones o naufragan. Es decir la virtud puede ser también una fuente de felicidad. No solo el placer es el camino u origen de la felicidad, sino que también la práctica de las diversas virtudes puede llenar el alma de paz interior que es la felicidad a la aspira el ser humano.

Pienso que en la sociedad actual hastiada quizá de vida superficial y sin ideales, enfangada con frecuencia en los placeres sensuales, está buscando otros caminos que le lleven a una vida feliz, que los hombres y mujeres de hoy buscan en el interior de si mismos. Por eso vemos que además de los grupos o comunidades tradicionales, que se han reducido en estos últimos años, como son monasterios y conventos, han surgido otros grupos y comunidades que ocupan su ocio en la contemplación y meditación personal o el diálogo en comunidad. Muchos de estos grupos desde el siglo pasado están influenciados por la espiritualidad y las filosofías orientales. Y también hay otra manera de vivir la espiritualidad cristiana en comunidades más pequeñas y de vida interior y comunitaria más intensa. Podríamos dar nombre a estos grupos y comunidades, que a veces vemos haciendo sus ejercicios incluso en la calle, pero sólo trato de sugerir a mis lectores que observen la sociedad en que vivimos y ellos mismos hagan el diagnóstico de la misma.