'Cuba', no era tan difícil

Si los toros consiguen revolucionar mis sentidos, algunos de sus pasajes y fundamentos me ponen los pelos de punta y me han hecho (y siguen haciendo) un privilegiado por comprender y disfrutar de este espectáculo durante más de cuarenta años, si ocurre eso exactamente es porque lo que sucede en el ruedo entre un torero y un toro me emociona. Sólo eso (¡y es tan grande!), me emociona. Ayer sólo me emocionó el comportamiento de dos toros en la plaza, a saber: el segundo, 'Cuba', de El Puerto de San Lorenzo y el quinto, 'Sosito', de Olga García Jiménez. El primero porque fue un toro noble y bravo, entendiendo la bravura con su adorno esencial: la durabilidad en el tiempo y la codicia inherente para seguir los engaños con clase. Eso lo tuvo 'Cuba'. Mostró por momentos cierta debilidad de fuerzas pero lo compensó sobradamente con su energía brava.

La segunda emoción para mí de la tarde la protagonizó un toro de comportamiento desconcertante: 'Sosito' (completa antítesis), lidiado en quinto lugar. Por eso mismo el toro es un animal tan extrañamente sorprendente. Manso, pero bravo en la tela roja, pidiendo los papeles en regla de quien tenía delante en cada mirada, en cada embestida. Un toro que transmitía emoción en cada viaje, que tomó con pensada y rabiosa decisión. Un toro de fundamental interés para el aficionado porque fue un problema constante (meterle los brazos en banderillas fue un drama) Había que estar delante de ese toro…y pensar de cómo salir indemne. Y el torero estuvo a ley.

Conclusión: si el toro que queremos premiar en un concurso no reúne en lo posible las características de trapío, bravura (codicia) nobleza y poder (motor durable, se entiende), entonces el jurado anda en otra cosa.