Es que no cabe... duda
Hay preguntas que definen a quien las hace: “¿cómo pueden hablar así?, ¿cómo pueden comer eso?, ¿cómo pueden votar por…?”. Si nos las hacemos nosotros, pensemos si no estamos siendo un poco… ahí lo dejo.
Después de tantos años viviendo en otro país, deja de ser “otro”, se vuelve propio; por lo mismo, me atrevo a señalar que se equivocan quienes lo consideran incomprensible.
No es cierto… Incomprensibles, cada vez lo tengo más claro, son, para el resto, todos los países, todos los lugares, todas las gentes… Tanto México como España pueden ser difíciles de entender para los muy ajenos… o recíprocamente…
Vamos, que mi conocimiento de ambas realidades me hace darme cuenta de en qué nos parecemos y en qué somos distintos aunque, allá y acá, y en tantos otros lares, se sigue prefiriendo pensar, incluso decir: “qué raros son”… y quedarse a gusto.
Como considero que no hay más ciego que el que quiere ver… lo que quiere ver, creo que la raíz de la incomprensión somos los que vemos…
Si uno se empeña en las etiquetas, probablemente la realidad se acomode a ellas; me maravilla la cantidad de gente que va a algún lugar que no conocía con anterioridad –o sea, que va a conocer– y, sin embargo, casi casi llegando ya puede desmenuzar las claves de casi todo… En poco rato, por supuesto, ya se las desmenuza a quienes quieran escucharlo…
Sí, hablo de quienes con un par de vistazos pontifican sobre detalles que no se atreven a tocar los sociólogos o los economistas, según sea el tema. Hasta los filólogos, me atrevería a decir.
“¿Cómo pueden hablar así?, ¿cómo pueden comer eso?, ¿cómo pueden votar por…?” Suelen ser preguntas que abonan esto que señalo. No es “mira, yo estoy acostumbrado a otra cosa, ¿y si pruebo esta otra opción?”; no, uno tiene la teoría buena y, si los datos no coinciden, peor para los datos, que dijo no sé quién.
En la otra cara de esa moneda –algunos lo llaman cuñadismo, pero no quiero que se enfaden mis cuñados– ubico a quienes nos niegan, a los que no vivimos el día a día en nuestro lugar de origen, el más mínimo derecho a opinar –o, por lo menos a intentar entender–, cada uno con nuestro muy particular razonamiento.
Hay una tercera cara, si se pudiera tener una moneda poliédrica, y es la de la excesiva ingenuidad… Creo que no es más que otra perspectiva del “ver lo que se quiere ver”: en esta incluyo a quienes llegan a un país a ver todo lo bueno, sin más… Ya sabemos que las verdades absolutas suelen ser más absolutas que verdades.
En mi caso, yo dejé atrás Salamanca, o España, y llegué a México, en un sentido literal y sin perspectivas, sin decisiones preconcebidas.
Considero que, en realidad, más que atrás, se quedó al lado, máxime teniendo en cuenta que, con los adelantos de que disfrutamos, suelo estar más enterado de lo que pasa allá cuando estoy en México que cuando voy de visita (es que el modo vacaciones y el modo visita son muy demandantes).
Por todo eso, he llegado a conocer de veras lo que conocía sin conocer, lo que conocía “de leídas”. Y, sobre todo, a conocerme.
Y a desconfiar siempre un poco de la gente que está segurísima de todo… O sea, también de mí, cuando creo estarlo.
@ignacio_martins
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