Envuelta en terciopelo

No sé qué tiene su voz que te envuelve, terciopelo en las manos del alma.

No sabría definir ese vibrato, esa caricia para el oído de todos esos temas que vienen desde los 70, y crecen y se amplían, se crean otros nuevos para acompañarnos en distintos momentos, en cualquier etapa de la vida, metrónomo constante, ritmo que hace acompasar el corazón a su paso, tema tras tema. Y nunca me canso.

Con su música, que Randy Crawford es siempre buena compañía, inicio esta hilera de palabras, ensartadas en una brocheta que espero que se vaya dorando al ardor de esa barbacoa que deseamos, aunque aún nos cueste un tiempo conseguir. Ansiado aire libre, dulce brisa en la cara, ternura en la piel.

E imaginando, tan solo por imaginar, colocamos alas a los sueños y quizás vaya siendo hora de ir poniendo en una lista todo eso a lo que, como dicen en Andalucía, no le echamos cuenta en la vida cotidiana, pero que el estar confinados nos ayuda a rescatar.

Porque Abril se nos ha escurrido de las manos, se ha ido lento, pero apresurado, entre las aberturas que forman nuestros dedos por muy juntos que estén cuando intentamos coger agua, cuando queremos llenar los días de no sé qué, de algo dulce que nos espabile del cubículo desde el que vuela el pensamiento entre barrotes de virus.

Abril se fugó a las calles poniendo banderines de lunares, rasgueos de guitarras, palmas y cantares, sin pisarlas, sin calesas, sin levantar las manos a lo alto dibujando arabescos, sin mantones ni flores bordadas, sin faralaes perfectamente almidonados. Abril se llenó de tapitas, de copas de fino, de manteles alegres a la mesa camilla con una fuente de pescaíto ambarino saliendo de la sartén, que el salero y el arte no tienen precio, y en plan casero se vistió de moños altos y peinetas.

Abril amasó los hornazos sobre la encimera y fue colocando el relleno, el lomo, el chorizo, el jamón? con ingredientes al gusto dentro de las tradiciones, pintados con huevo batido, maquillados al calor de la cocina, sin poder pasar el río ni sentarse con familia y amigos en el campo, pero brindando en la distancia de balcón a balcón? Y celebró en Salamanca su Lunes de Aguas, maridado con confinamiento, incluso con algún espontáneo concierto de dulzaina y tamboril.

Abril se llevó los libros amontonados en casetas de feria, sus bolsas de papel, los marcapáginas de cortesía de cada librería, las presentaciones por parte de sus autores, el calor de los aplausos reverenciando la creatividad, las dedicatorias apresuradas, las poses para la colección de fotos, y los libros desplegaron sus alas, todo voló y se volvió digital y fue desfilando por delante de nuestros ojos, en primera línea, ocupando cada tic tac de cada reloj en cada hogar, libertad de lujo paseando frente a nuestra cara.

Abril, de aguas locas que tormentean en los cristales, tamborileo constante, con distintos ritmos, inundados de explosiones de luz y sonido que se abalanzan sobre nuestro silencio. Abril, de cielos luminosos o encapotados, como las almas.

Ella sigue cantando, pone luces tornasoladas, tranquilas o destellantes. Llena mi deseo de libertad de pájaro, pero, a la vez, me hace amar la calma, el silencio, esa ausencia de ruido a la que nos vamos acostumbrando, esa falta de todo lo superfluo y esa vuelta hacia dentro que tanto echamos de menos cuando todos los ruidos nos acorralan.

Ella continúa envolviéndome en el terciopelo de su voz. Y yo dejo que siga contándome historias.