Reunión de pastores...

Pongo este título, pero descalificándolo del todo aunque sólo sea estadísticamente. Y de todas formas lo recojo porque desde hace muchos años por estas fechas se reúnen los pastores y compañeros de faena diocesana en una semana de trabajo, que por eso de ser de "pastores" se llama Semana de Pastoral. Y no es `cosa de curas´, aunque lo sea una buena parte de los participantes; es el trabajo intenso de mucha gente durante seis días que nos afecta a todos aunque a muchos lo haga sólo indirectamente.

Y sin pretensión alguna me hago a mí mismo, en voz alta por si le sirviera a alguien de pretexto para interesarse y/o para participar, dos o tres consideraciones.

La primera, que no son días para pensar; está ya casi todo pensado, dicho y escrito una y otra vez. Son días para repensar (el prefijo es aquí prioritario, obligatorio) la acción pastoral desde nuevos puntos de partida, con nuevos métodos a ser posible y hasta con pasión nueva si cabe. Si no es así todo acabaría como una repetición, casi como una petición de principio, esa falacia que mete ya la consecuencia en el principio mismo del que parte. ¡Viejo vicio en ciertos espacios!, cuando ya se da por supuesto lo que se busca. O sea, más de lo mismo.

De esta forma se repetirán cuantas veces sea necesario las mismas conclusiones. Y al ver tanta cosa, habrá no pocos que piensen: ¡Esto marcha! Pensar y hasta cruzar pensamientos puede ser largo y tendido, pero inútil. Y esta tentación, tan vieja como impenitente, puede repetir jugada.

Y la segunda consideración es que esto, lo de evitar la tentación, habrá que tenerlo en cuenta en la realidad que se toma como muestra (si es que se toma), en la forma en que se mira (si es que no se da ya por visto), en el método con que se trata (si es que se acuerda) y en la voluntad de levantar cabeza para asumir conclusiones (si es que se levanta). Y si la ocasión apremia, como es el caso, no digamos?

Y el tercer pensamiento es que aunque esto se debe hacer sobre todo por quienes convocan e invitan a la Semana, la clave real está en otra dimensión que es la que puede fallar porque se descuida del todo y que depende de todos aquellos a los que más directamente se dirige esta Semana tanto participantes como implicados en su aplicación o los que van creando actitudes y provocando reacciones. Se puede decir que la Semana y sus frutos dependen de todos hasta de los que ni siquiera participen con su presencia personal. Aunque, lógicamente, los planteamientos y la forma de tratarlos depende de quien la piense y organice.

Y finalmente, ya se sabe que la Semana no hará milagros, pero es el instrumento, casi el pretexto para un acto de valentía cristiana, para llegar a análisis contrastados, aunar voluntades, renovar pasiones, construir acuerdos y acordar prioridades con sus plazos, sus objetivos y sus revisiones.

Y que cada uno luego haga su juego al son de lo acordado, sin volver a las andadas sino acompasando sus pasos al camino de todos, juntos y a tiempo, que diría el poeta. Pero hoy por hoy nos falta en la diócesis, creo yo, la poesía de lo nuevo y atrevido y sobran prosas profanas y sagradas que ya en estos tiempos desafinan con una Iglesia que quiere y debe andar en salida cada día y en todo, hasta dar a la caza alcance, por un lado, y dar la vida por muchos, por el otro. Las cursivas, pertenecientes a reconocidos textos, subrayan la intención de lo dicho, claro está.

Y no haría falta advertirlo, pero todo esto no se construye mirando atrás, ¡los ríos nacen en el mar!, y estar de vuelta es lo contrario de estar en salida; ni mirando a las nubes, (¿qué estáis ahí mirando??), actitud que impide la encarnación y equivoca el anuncio. Pues, visto lo visto y con estas cautelas, ¡vamos!