Galindo
Entramos en esa edad en la que, parafraseando a Gil de Biedma, empieza a hacer veinte o veinticinco años de todo.
Mi amigo Juan Carlos Galindo Tejero acaba de cumplir veinticinco años? de cura; si le sumo otros diez, a ojo, son los años que llevo de conocerlo, de ser su amigo.
La de Juan Carlos, Luis San Juan y yo es una de esas amistades que lo son por el gusto de serlo; seguimos discutiendo ahora, cuando nos vemos, como discutíamos en la adolescencia; nos llevamos la contraria con ganas, sabemos que hay muchas cosas en las que no estamos de acuerdo, como entonces, pero, sobre todo, sabemos, con plena certeza, que los otros ahí están y que nos hacen falta.
Ha habido periodos de perder contacto por años y, sin embargo, cada vez que nos encontramos parece que nos vimos el día anterior; nos ponemos al día casi sin darnos cuenta y seguimos la conversación donde la dejamos.
A lo mejor es que tener contacto está sobrevalorado, si se me permite la broma; porque con los afectos, con los de verdad, con los que van con uno, no es imprescindible tener contacto, aunque se agradece; tal vez lo que ocurre es que uno sabe que lo tiene y, si las circunstancias no acompañan, esos amigos se aparecen en el pensamiento, al recuerdo... Y ahora, gracias a la tecnología, en el whatsapp.
Siempre he dicho que la amistad es una conversación que no se acaba nunca y creo que la primera vez que pensé en esa idea, tenía presentes a estos dos? Y a algunos y algunas más, no muchos, de otros tiempos, de otras amistades.
Galindo, así le decíamos en el colegio, o sea, Juan Carlos, me casó, como casó a Luis; eso también une, claro.
Por cierto, déjenme contarles que, como regalo de bodas, me entregó sus cintas (casetes) de Les Luthiers; esos casetes, mis apreciados millennials que no saben qué son, vienen a ser el spotify de hace 30 años y por supuesto, los conservo.
Por Les Luthiers, como por los verdaderos amigos, no pasa el tiempo.
P. D.: Nos leemos después del verano: ¡a pasarlo bien!
@ignacio_martins
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