Una tarde en el Conservatorio Profesional de Salamanca

El pasado miércoles, sin apenas publicidad del concierto al que me voy a referir, asistí a uno de los más bellos y valiosos que he tenido el placer de asistir en esta ciudad. Se trató de un concierto para piano de Pablo López Callejo, con un repertorio único de obras de F. Chopin, las Cuatro Baladas, precedidas de los tres valses, op.64.

El concierto se inició con una introducción técnica e histórica sobre la obra y algunos apuntes biográficos de Chopin, impartida por el Profesor Juan José Diego, que a algunos, o muchos, se nos hizo muy breve, por la claridad expositiva y las cualidades pedagógicas de esa breve pero jugosa lección: a los oyentes nos sirvió para poder seguir con más facilidad y placer estas baladas, interpretadas con genialidad por el profesor Pablo López.

Hasta aquí el hecho musical e institucional. Pero ¿cómo describir todos esos detalles, que unidos constituyen el fondo del evento y que lo enmarcan sutilmente, como ocurre con los acontecimientos únicos en calidad artística y humana? La actitud atenta, receptiva, silenciosa de un público ( la mayoría estudiantes del Conservatorio) que sabe apreciar la alta calidad de lo que generosamente se le ofrece, los aplausos, el marco arquitectónico de la sala, todo el conjunto que rodeó el concierto, humilde en publicidad y grande en Arte, nos hicieron esa tarde testigos de un acontecimiento grande y entrañable.

Cuando antes de iniciarse el concierto entré en ese salón que había pisado por primera vez hacía 16 años, en la presentación, el día de Santa Cecilia, de mis tres primeros libros sobre músicos, en medio de numerosas actuaciones musicales de alumnos y profesores, caí en la tentación de dejarme llevar del viejo prejuicio de que "todos los tiempos pasados son mejores"; pues recordaba aquella ocasión como una auténtica fiesta musical y grupal. Pero, felizmente, el concierto del miércoles pasado desmintió el prejuicio: el presente del Conservatorio Profesional de Salamanca está tan vivo y lleno de Música como aquel Conservatorio de principios de milenio.

Gracias, Pablo López, Juan José Diego, por ese regalo generoso que nos ofrecisteis el miércoles 26. Fue una muestra brillante de esa ciudad de cultura y saberes, que a veces cuesta encontrar, escondida entre demasiada retórica y, a veces, engañosa publicidad.