Vive la France!

No falla, es que yo me subo a un taxi y acabo haciendo un repaso político con el taxista como si estuviera en la barra de mi tabernero de El Barco de Ávila donde quiero pensar que algún que otro parroquiano se las arreglaba para coincidir con m hora del recreo. Claro que no era mérito mío, yo entraba ya con la faena empezada, el chato de vino puesto y los señores jubilados intercambiando genialidades. Y a todo esto Luis, el Tabernero, diblando con torería las opiniones de unos y otros, vamos, que ni Ana Pastor en el congreso. Dicen que es una de las mejores amigas de Rajoy, la señora, pero si a mí un amigo me larga semejante marrón le borro del facebook, anda que no nos espera una temporada bronca en el congreso donde Paxti López nos enseñó cómo se pierden los nervios educadamente. En fin, que yo les estaba contando que nos subimos a un taxi en el París de la France y que acabé largando de política con un conductor excepcional capaz de analizar la situación del país de Montmartre al Charles de Gaulle mientras sorteaba el tráfico parisino. Y todo en la lengua de Sarkozy a quien mi taxista admira por su frase: Francia, o la amas o la abandonas y detesta por su política económica siempre presta a beneficiar a los ricos. Lo dicho, que me tocó el experto en plena crisis.

Reconozcámoslo, a los franceses esto del terrorismo indiscriminado les resulta nuevo. Eran aquellos del santuario francés de ETA que nos daban en las narices cuando el pistolero pasaba la frontera y hacía burla de la benemérita. A la gente del Elíseo le van los grandes temas y hasta la bomba nuclear, pero eso de reconocer que tienen el problema al cabo de la calle es otra cosa. La banlieu es el caladero de su sucesión de locos, esos de quienes ni Valls ni todo el ejército que se pasea con unos pistolones que asustan a cualquiera no pueden protegernos. Esos que detestan el lugar en el que viven, esos que no tienen expectativas de futuro y se hacen fanáticos religiosos como podían ser amantes del Olimpic de Marsella. Y todo mientras se permite a una parte de la población hacer guettos cerrados y vivir como si estuvieran en el país del que han huido por patas y por falta de recursos. No deja de ser una sangrienta paradoja que comparto con mi taxista, abandonas tu país donde vives fatal para seguir haciéndolo en un espacio que detestas. Nuestro taxista es un hombre del Congo absolutamente convencido de su pertenencia a Francia, con hijos franceses y a la espera infinita de que le den la nacionalidad y no precisamente para votar al Frente Nacional. Lo suyo es el croissant y el amor a la lengua de Molière a quien sus hijos leerán en el cole después de aprenderse a Prévert y sortear por la calle a los grupos de chicos que acosan y pasan el día rascándose la entrepierna. Hollande ya puede tirar sobre Mali hasta su última bomba, que ahí probablemente estará la pequeña parte del problema que tiene en casa, en la escuela, en la calle? pero claro, es más fácil decir que la gente se acostumbre al terror cuando uno va forrado de escoltas. Eso sí, señores lectores míos, mientras haya gente como nuestro sensato y resolutivo taxista no todo está perdido. Y que vive la France, bien sûr!

Charo Alonso

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez