Puertas abiertas

¿Será este que iniciamos un año de puertas abiertas? ¿Entrará algún aire fresco, distinto, saludable, en nuestra vida pública, en la vida de todos? ¿Asumiremos tantas renovaciones como nos son necesarias?

En un país como el nuestro, de tanto comisionista y de tanto avispado, con tantas opacidades, con tan pocas cuentas claras, donde todo tiende a recocerse y a convertirse en rancio, bien nos vendría un tiempo de puertas abiertas. Nos lo merecemos. Nos merecemos ese tiempo nuevo en el que recobremos esa ilusión colectiva, en el que recuperemos ese empeño de remar juntos hacia un mismo empeño, que no tendría que ser otro que el bien común.

Anoche escuchaba en la radio esos considerables recortes que se han hecho en los cuatro últimos años en educación y en sanidad. Y el informe era aterrador. Particularmente en educación, que es el ámbito en que hemos desarrollado nuestra tarea profesional a lo largo de toda nuestra vida de trabajo, la tijera del poder ha actuado sin piedad, particularmente ?indicaba la radio? en enseñanzas medias, etapa educativa en la que se ha laminado, recortado nada menos que un diez por ciento de los recursos con que contábamos como país hasta 2011. ¿No es excesivo? ¿No es cerrar demasiadas puertas y sumergirnos en un ámbito de oscuridad que no queremos?

Puertas abiertas. Un tiempo de puertas abiertas es el que necesitamos. Un tiempo en el que seamos capaces de aminorar, de erradicar, en la medida de lo posible, la pobreza, el paro, la precariedad en la que tantos conciudadanos nuestros viven.

La ciudadanía, a tenor de esos últimos resultados electorales, parece estar pidiendo ese nuevo tiempo de puertas abiertas; otro modo de respiración; esa sanidad y esa salud que se logra cuando nos ponemos a airearlo todo, a sacarlo todo al aire renovado, como hacían las mujeres campesinas con las ropas de la casa, que las sacaban al aire benefactor y renovado de marzo.

Ese aire benefactor y renovado es el que necesitamos como país, esa ilusión recuperada, ese no descolgar a nadie de la tan cacareada, como irreal, recuperación. Puesto que todos los hilos son necesarios para configurar ese tejido social, ese tejido del existir, para que no quede hecho una piltrafa, con hilachas rotas, desprendidas. No queremos un tejido humano ni social deshilachado.

Hemos de recuperar ese tiempo de puertas abiertas, para que del tejido que, día a día, elaboramos entre todos, no quede nadie excluido, para que ese aire limpio, claro, renovador se lleve esa ranciedad de todo lo no ventilado.

Venturoso año de puertas abiertas para todos.