Si pudiera dibujar las luces del próximo amanecer…

Inútiles ya los sueños infantiles, evocados a cierra ojos antes de dormir, con su raudal de héroes, villanos, desvanes, misterios, pozos, lunas, certezas, extravíos, aventuras, peligros y gloria.

Muertas de lucidez las muchas ingenuidades, las omnipresentes dudas, los novedosos mandamientos.

Olvidados por las torpezas urgentes el relámpago mágico de la metáfora, el perfume de los libros, el tacto de los silencios.

Borradas las sonrisas de confín de mundo, la precisión numérica de citas y colores, el cableado oblicuo de los recuerdos.

Ha llegado el tiempo de los plazos cortos, de las emociones troceadas, de los ideales licuados, de los conceptos disfrazados, de la humildad de garabato, del becerro que tú sabes.

Ahora las gentes viven del yo divisible, de hacer que hacen, de los céntimos de la actuación, de la escasa verdad del punto, aunque no interese la línea y mucho menos su destino.

Y así, moviendo la rueda, modas y modos hilan las vidas de los hombres en esta dorada ciudad de filigranas platerescas y medallones barrocos.