Y a “más a más”, Mas

La situación económica se va trasladando lenta pero inexorablemente a las capas inferiores de la sociedad; me refiero, lógicamente, en estricto sentido económico. Bien es cierto que los innegables avances en el desempleo no palian en absoluto el drama que viven diariamente más de cinco millones de personas que no encuentran trabajo, a esta situación habría que añadir la enorme cantidad de desempleados que no tienen ayuda alguna para su supervivencia.

Las últimas elecciones, con la aparición de formaciones populistas no favorecen la creación de empresas ni, por ello la creación de empleo estable y seguro. No debe entenderse esta apreciación en clave política, sino en clave económica pues es bien sabido que el dinero es muy miedoso y que los agentes financieros desean estabilidad en sus mercados, y sobre todo tener claras las reglas de juego, por lo que la irrupción de determinadas fuerzas desestabiliza la economía nacional y la internacional que pueda afectarnos.

Pues así las cosas, ahora "a más a más", Mas. Este hombre iluminado que lo único que pretende es mantenerse en el poder, al menos cuatro años más, con el permiso de los ciudadanos que deben votar la lista única y del Sr. Romeva que ya ha manifestado públicamente que vencer en las elecciones no implica que la presidencia sea para el Sr. Mas, y "a más a más" la legislación actual le favorece. La situación de Cataluña hace tambalear las estructuras más potentes de los mercados de capital y se están resintiendo fuertemente los mercados financieros a la hora de invertir en Cataluña y en el resto de España.

Culpables todos. Primero Suarez con aquello del café para todos y el esperpento de la España de las autonomías y la desastrosa ley electoral que disfrutamos; después Calvo Sotelo y González con la firma del pacto autonómico, embrión de las transferencias de educación y sanidad que firmaron el propio González y Aznar; a "más a más" la eliminación de la UCD por el Sr. Guerra que convirtió la política española en un bipartidismo abocado a pactar con los nacionalismos periféricos cuando no se obtenían mayorías absolutas, y por último el estrepitoso error de González Zapatero con la aprobación del estatuto que, habría que recordar nadie quería y nadie exigió, a excepción del andaluz Sr. Montilla y que declara a Cataluña como nación; mención aparte nos merece el inmovilismo de Rajoy sin tener en cuenta que el que tiene autoridad y no la ejerce está condenado a perderla?

Y en estas estamos, en cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía, sino justicia, el problema es definir qué es el cambio.