Barrio de Buenos Aires, la historia de 30 años de esfuerzos y fracasos

¡Cuántas reuniones! ¡Cuántos encuentros! ¡Cuántas páginas en los Medios de Comunicación escritos y digitales! ¡Cuántas emisoras de radio y canales de televisión se han hecho eco! ¡Cuántas tertulias y comentarios! De todo ha habido durante 30 años, menos soluciones claras, efectivas y reales para que un puñado de vecinos y vecinas podamos convivir.

¡Maldito negocio del narcotráfico!, que ha hecho y continúa haciendo que, hoy ya, menos de 300 familias, como principal causa, podamos tener unas relaciones de normal convivencia.

No podemos disfrazar el problema grave de este barrio: EL NARCOTRAFICO Y TODAS SUS CONSECUENCIAS. El negocio de la droga y todo cuanto necesita para poder desarrollarse; un colectivo fácil, viviendas, aislamiento,? todos los ingredientes de un barrio que se ha ido adaptando al fin que distintos grupos y personas han perseguido.

Pero se ha consentido; de otra manera no hubiera sido tan fácil lograrlo, y tan difícil, en este momento, de salir adelante de otra manera como llevamos muchos años pretendiendo.

Son barrios "sin retorno" o con "muy difícil retorno a la normalidad". Las estructuras del propio Estado no facilitan salidas; y las leyes que lo sustentan antes de ser instrumentos para la normalización, son barreras que no dejan vislumbrar ningún horizonte a corto plazo.

El propio Sistema de Seguridad, las Viviendas o el Instrumento normalizador por excelencia que es la Educación; no son sino herramientas difíciles de utilizar para acabar con un negocio bien asentado y estructurado.

La Policía, las Viviendas sociales o la Escuela son herramientas adecuadas para dar respuesta a las necesidades de cualquier comunidad humana normalizada; pero la complejidad de relaciones que genera el negocio del narcotráfico, hace que las voluntades no se unan, que las decisiones más adecuadas no se tomen, que se sea muy permisivo, que se haga de cuanto sucede un mal menor, se desarrollen hasta situaciones de connivencia, y llegue un momento donde ya no hay verdadera voluntad de salir; y, si a esta realidad añadimos miedo, mucho miedo, nos vemos empujados a ensayar medidas de urgencia; pero temiéndonos muy mucho que la decisión final a medio y largo plazo ha de ser bastante más traumática de lo que hubiéramos deseado.

Para unos, las gentes de buena voluntad, el barrio fue un espacio de deseo y disfrute, pero no pudo ser del todo; para otros, los narcotraficantes, un espacio de trapicheo y negocio, y se quedaron sin él; y para otros, las Instituciones Públicas, un lugar de conflicto que nunca admitían, pero que siempre les superó sin solución "porque tenía que existir".

El barrio ha de ser para nosotros, asumieron con hechos y palabras los narcotraficantes; y las Instituciones Públicas y Privadas se lo han permitido y consentido desde la duda y el miedo; y las familias normalizadas se han ido desilusionadas; y continúan yéndose y acabarán por irse.