Una raquítica estampa de la libertad

A pesar de los mandatos de los organismos internacionales competentes, que todavía siguen produciéndose, para que se inicien en España las investigaciones judiciales sobre las responsabilidades del franquismo (crímenes, desapariciones, expolios, robos o torturas que con sevicia desalmada e inédita crueldad se produjeron en este país durante décadas), una llamada ley de amnistía, promulgada de tapadillo hace casi cuarenta años por los mismos a quienes hoy sigue beneficiando, sirve de argumento (pueril, ridículo e indigno) para mantener una situación de injusticia flagrante para con las víctimas, además de un patente baldón para la dignidad de millones de españoles y un infame título de sospecha para la judicatura española.

Negativa de extradición de torturadores franquistas acusados en otros países de los crímenes que aquí se ignoran, silenciamiento de acusadores y jueces que inician expedientes de investigación sobre la dictadura, obstaculización de trabajos de recuperación de restos de asesinados por los grupos fascistas del franquismo o sus propias tropas, negativa de apoyo a comisiones de la verdad y grupos de investigación sobre las fechorías y arbitrariedades del franquismo, resistencia y trabas al cumplimiento de la ley en cuanto a retirada de distinciones y homenajes al dictador y sus secuaces, tergiversación y ocultamiento de la historia del franquismo en los programas educativos públicos y ciertas investigaciones históricas de tipo institucional, silenciamiento de las complicidades de actuales instituciones religiosas, financieras y comerciales en los crímenes franquistas, encubrimiento del origen de fortunas, propiedades y títulos procedentes de la rapiña de los vencedores de la guerra civil, retratos, honores, reconocimientos, homenajes o pleitesías a personajes, lugares, circunstancias, hechos o acontecimientos relacionados con la exaltación franquista, exhibidos todavía sin pudor (ni legitimidad alguna) en instituciones públicas, entidades ciudadanas o ámbitos comunes, son sólo algunas de las afrentas que los españoles hemos de sufrir cada día y cada hora frente a los defensores de una de las más sanguinarias dictaduras de los últimos siglos.

El imprescindible proceso general al franquismo, que habrá de incluir el conocimiento de toda la verdad de la dictadura que enclaustró a este país en la indignidad durante cuarenta años, y que deberá dilucidar responsabilidades con nombres y apellidos, circunstancias al detalle y hechos con demostraciones, pruebas, testimonios y fechas, es la necesaria condición para que la democracia española pueda ostentar ese nombre con mayúsculas. Mientras tanto, seguiremos 'disfrutando' de un pobre remedo de la auténtica representatividad, una triste copia del orgullo de sentirse parte de una colectividad sana y veraz, y de una raquítica estampa de la libertad.