Los egos

Se puede empezar con frases evangélicas. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.

Llevo media vida intentando ayudar a los jóvenes a tener un espíritu crítico. Pero últimamente veo una falta alarmante de capacidad para la autocrítica.

Este tema de los egos se ve en distintos sectores sociales desde la política a la Iglesia, pasando por la institución de la familia, en el mundo artístico y extendido a cualquier gremio.

Estamos tan pendientes de nosotros mismos que siempre pensamos que trabajamos más de lo que nos pagan, que tenemos menos salud de la que merecemos y que queremos más de lo que nos quieren.

Los "integrados sociales" nos creemos por encima del bien y del mal y juzgamos a los que han caído en desgracia como si no fueran personas, "excluidos sociales". La realidad es que acabamos hipocondriacos perdidos, encontrando razones para la resignación ante las múltiples injusticias y falta de solidaridad en el reparto de la riqueza con unas prioridades inexplicables en los gestores elegidos democráticamente.

Mi optimismo nace de los desposeídos, aquellos que no tienen ni autoestima, ni tolerancia a la frustración. Pero saben querer, estar al lado de los suyos y luchar por los demás más que por ellos mismos, no tienen ego, hasta el punto de no reconocerse, dejan mal a Freud porque simplificó demasiado.

Decía Milani cuando hablaba de los pierinos o niños de papá que eran ciegos, y decía de los giani o hijos que sufren la necesidad y se tienen que espabilar temprano que eran mudos y había que darles la palabra para que pudieran defenderse y cambiar su mundo.

Barrunto la idea de una partida de ajedrez con uno mismo, siempre inacabada y agotadora, para no sentirnos tan importantes y dedicarnos tanto tiempo, cuando otros se sienten tan insignificantes y se les tiene tan poco en cuenta.

Sueño con librarme de mis propias exigencias y quejas, me considero en deuda con la sociedad que me ha tocado vivir. No he encontrado la forma de librarme de mí mismo, he experimentado que me duela la felicidad y por eso me siento obligado a distribuir mi tiempo y dedicación con aquellos que me salvan de mí mismo.

Somos los "integrados sociales" grandes comediantes, grandes egos andantes, que construimos realidades paralelas que nos permiten ir tranquilizando conciencias en nombre de nuestros propios hijos.