Tiritas en los pies

Un poco más de confianza y algo de amor propio. Nos falta demostrar que podemos en vez de decirlo, de quedarnos a medias. A las puertas de, al borde de, al no pero casi, al suficiente en vez del notable alto. Y es que a veces las ganas no lo son todo, a veces hay que sobrepasar el cansancio y la cobardía de esperar sentado en la butaca, a ver qué pasa si seguimos igual. Pero los cambios no vienen a por nosotros, no de los que hablo. Para estos no importa si estamos preparados o no, hay que estarlo. Y claro que puede parecer inevitable rendirse al cambio cuando ir a contracorriente acaba por tumbarnos, pero existen momentos en los que ni si quiera esas tempestades furiosas consiguen que torzamos por la otra ladera. Entonces puede que haya que llegar hasta el peor de los derrapes para ver que vamos por senderos de riesgo. Que el único modo sea reconocer que no éramos tan valientes sino atrevidos cobardes, no de tantas heridas sino de pequeños rasguños infectados , no tan rápidos a tiempo sino acelerados incontrolados. Nunca fue difícil hacer un horario, decir una frase prometedora una mañana de Domingo, o prepararse dos horas antes de la maratón. Lo difícil venia después, cuando el horario era desproporcionalmente poco objetivo con nuestra voluntad, cuando el Lunes por la mañana maldecíamos tener que despertarnos con una lista de cosas pendientes, o cuando el minuto quinceavo de la carrera sentíamos que el aire no llegaba a nuestros pulmones. Eso es lo más parecido a darse un tropezón gigantesco con nuestras autoexpectativas, sobre todo si aún nos preguntamos qué falló.

Y eso es precisamente lo que falla, irónicamente, arreglamos lo que no hay que tocar y descuidamos lo que está más oxidado. Intentamos abarcar grandes caminos empinados llenos de rocas antes de pasar por la maleza del bosque, y eso, eso nos hace caer más veces de las que probablemente estamos preparados para soportar. Confundimos el ser capaz con querer serlo y entre que queremos y no lo hacemos, dejamos de poder. Ser realistas con el mundo cuesta poco si algo va mal, pero serlo con nosotros es como ver llover por la ventana y decir que nos estamos mojando.

Es mejor que la confianza la guardemos en silencio que repitiendo la fórmula cada dia, porque aunque la aprendamos de memoria, los problemas necesitan mucho ingenio y unos cuantos borradores. No siempre hay que cambiar,hay que ser y estar, y dejar de parecer.

Sé el consejo que le darías a alguien en tu lugar, y si hace falta, síguelo descalzo.