"Levi"

Pues sí. Hace un par de años mis hijos me regalaron un cachorro para hacerme compañía: un braco alemán. El pobre se pasó los dos primeros días llorando, como cualquier humano, añorando a su madre y a la compañía de sus hermanos. Dos días en Madrid, en un piso, segunda planta según se mira a la derecha, con vistas al Bernabeu de las pelotas. Mis hijos me concedieron el derecho del bautizo. Así pues, sabedor de la responsabilidad que me había tocado en suerte, sin comérmela y menos beberla, ejercí tal derecho. Y le impuse el nombre de "Levi". De "Levi", por Levi-Strauss. Cuando era aún adolescente cayó en mis manos un libro emblemático de ese antropólogo, "Tristes tropiques" y les confieso que me fascinó. Con los años mi admiración por su obra sigue viva. "Primero los hechos, luego el discurso". Muy al contrario de lo que nos han enseñado en los colegios de curas en los que, por desgracia, estudié. Donde se enseña y se sigue enseñando: primero el discurso y luego los hechos que se acomodan a tal discurso. Pero bueno este tema no es el motivo del escrito. Así pues bauticé al "Levi" en judío e iconoclasta.Y así me ha salido... "Levi", en plenitud de sus facultades, se me escapa. Una y otra vez rompe las alambradas que cercan la parcela salmantina donde habita. Como cualquier recluso avispado y valiente horada túneles por debajo de las mismas y escapa. El Levi se me escapa, para mi desesperación, sin cesar. El "Levi" es un campeón. Sí, le admiro como mamífero que soy, al igual que él lo es. Y se escapa buscando el olor de la hembra, de otros olores, de las presas, de las aguas del río Tormes que surca en pleno invierno de orilla a orilla. Señores, el "Levi" es un campeón fiel a su genética lobuna que le impulsa a distanciarse, de vez en cuando, de la manada. Es decir, de mi, de mi mujer y, (muy) ocasionalmente, de mis hijos. Nosotros somos su manada. Manada a la que vuelve y coloca su cabeza sobre las rodillas, de alguno, para que le acaricies. Lo mismo que hacemos los humanos cuando necesitamos afecto. Sí, todos los seres vivos necesitamos algo de afecto. Todos. Pues bien, tras la enésima fuga consulté con una veterinaria. "¿Qué hago. Dígame qué debo hacer?" Respuesta. Primero: "Le han educado mal" ¡Oh Hassem, sí le malcriamos¡ Segundo: "Deben castrarlo o suministrarle tranquilizantes". "¡No¡ ¡Al "Levi" ni le castro, ni le tupo de Diazepam¡", contesto. Quizás les suene "chusco" pero los animales, como nosotros asimismo animales, tenemos nuestros derechos. Lo aprendí hace muchos años en el campo charro: a los animales hay que dejarles vivir según su naturaleza, tienen derecho a ello. A vivir y a morir acorde a ella. Lo que no resulta de recibo es convertirlos en una prótesis afectiva, en un hijo humano que no tuvimos, o nos salió rana, en un adorno, en una mujer o marido que nos abandonó...Debemos respetarles. ¡A qué suena chusco¡ A qué suena chusco cuando tratamos mejor a nuestra mascota, que a un moro, sudaca o pobre de solemnidad... Nuestra mascota... algo híbrido entre lo mamífero y lo humano y siempre superior a muchos humanos conocidos como perroflautas. Señora veterinaria al "Levi" no lo castro. Si se escapa, de una vez por todas, está en su derecho y morirá o vivirá con las botas puestas. Justo como nosotros, o algunos de nosotros, que se niegan a convertirse en mascotas.