Meros accidentes

Estas fechas son propensas a las muertes inesperadas, a las catástrofes naturales, a los trancazos y hasta a ciertas enfermedades que parecen afectarnos a todos. Por una parte el consumismo asesino que empieza con la comida o cena de empresa donde eres capaz de dejar que se te atragante el menú, el coincidente laboral y hasta la cuenta, para seguir con Papá Noel, atracador de haberes donde los haya. Ahora, a la última siempre, hay que comprarse un vestido y además de pagar el cotillón, prepararle a parejita una noche de esas inolvidables con velitas, masaje más allá de lo lumbar y otros aditamentos que uno arrinconará el día primero del mes mientras te pasan la factura de la tarjeta y afrontas los reyes magos sin pensar en las rebajas de enero. Eso por un lado, por otro, las listas de los acontecimientos del año, las bodas, los natalicios y las defunciones, son como la San Silvestre, la corremos todos aunque estemos de mirones. Sí, esto es lo bueno de la navidad, empiezas en noviembre a comprar lotería y antes del quince de diciembre a gastarte la extra. Y ni que decir tiene que la cartuchera se alegra de tanto dulce y tanto exceso en la mesa, y no lo digo por la de mi señora madre, que ha decidido ponerse minimalista y tapar la mancha de vino del mantel con un plato, todo sea con tal de no cambiarlo. A uno le da la vena solidaria y recurre a toda iniciativa que se precie, pero lo importante es que los fastos pasan y de repente se ve uno frente a los saltos de esquí preguntándose adónde han ido las vacaciones.

Y es que todos teníamos muy buenos propósitos para estos días, no lo duden. Eso sí, los armarios de mi cocina siguen sin limpiar y me temo que no conseguiré instalar una estantería nueva. Por contra mi hija parece bendecida por andar por ahí sin horarios, con todo lo que pidió al gordo navideño a su alcance y ahíta de primos. Ella es feliz, no sabe que su madre va a tener que ajustarse el cinturón para pagar al dentista y que tanta fiesta hace mella en mi alicaído ánimo presa del pequeño Nicolás y las reiteradas fotos de la proclamación de un Felipe que estuvo muy acertado en su primer discurso. La verdad es que al menos sonó convincente y como que se creía lo que decía, debe ser que tiene un coaching que trabajó en la tele, la misma que se debe estar preguntando qué pensará el rey emérito de todo esto, un señor que parece que se recorre España en plan gastronómico sin que nadie le moleste para que se vaya de inauguración. Si es que la jubilación bien llevada es lo que tiene, uno pasa hasta de los hijos que son unos pesados, unos arribistas y pretenden que acabes cenando en su casa con lo bien que se duerme uno en la butaca propia después del turrón. Total, en eso de sufrir estas fechas y lamentarnos de su rápido paso somos todos iguales, el rito es el rito y aquí estamos pensando en buscar a toda prisa un liguero para el fin de año y hacer algún conjuro para que, al menos sigamos como estamos, es decir, confiando en que Rajoy no hable de la recuperación económica así porque sí. Este o tiene información de primera mano o es de los de la botella medio llena? en fin, lo dicho, que entre pateras y barcos y aviones estas fechas también tienen su trasunto trágico, su brasero encendido, su bronca familiar que acaba en urgencias o en el cuartelillo. Y qué cansancio, oigan, y qué año de obituarios, leches?