Hipocresía occidental

Está celebrándose el XXV aniversario de la caída del Muro de Berlín. El 9 de noviembre de 1989 se anunció oficialmente que, a partir de esa medianoche, los alemanes orientales podrían cruzar al lado occidental, incluido el propio Muro, sin contar con ningún tipo de permiso. La noticia corrió como la pólvora en ambas partes de la ciudad de Berlín, y, a medianoche, miles de personas se agolpaban a ambos lados del muro. Cuando dieron las doce, efectivamente, se abrieron los puestos fronterizos y miles de ciudadanos del este comenzaron a pasar sin dificultad, mientras que otros muchos prefirieron escalarlo y, armados con cuerdas, picos y cinceles, comenzaron a derrumbar lo que era el símbolo de la falta de libertades.

Quién vivió aquella efeméride no puede dejar de sentirse perplejo ante el hecho de celebrar la "recuperación de la libertad" y, a la vez, observar cómo vamos construyendo nuevos muros, éstos bendecidos por los mismos que condenaban el de Berlín. El primero es el que está construyendo el gobierno israelí en la franja de Gaza y que, cuando se termine, medirá 700 km de largo, frente a los 155 km del alemán. El teórico objetivo es el de rodear los más de 50 asentamientos israelíes, todos ellos ilegales según las leyes internacionales, incluyendo la tierra de sus alrededores. Un comportamiento curioso viniendo del pueblo que sufrió el Holocausto en sus propias carnes y que tuvo, entre otros muchos sucesos, la incautación de las propiedades de los judíos europeos, o su hacinamiento en guetos, el más famoso el de Varsovia, igual que lo está perpetrando el estado judío en los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania. El número de resoluciones de la ONU, a propósito del llamado asunto "árabe-israelí", son 26, y 26 son las resoluciones incumplidas por los distintos gobiernos sionistas.

Unas vallas, pues no llegan a la categoría de muros, las tenemos en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. En la primera, ésta barrera mide 8 km de largo, por 6 metros de alto; mientras que en Melilla tiene 12 km de largo y la misma altura. En ambos casos, están coronadas, en muchos tramos, por espirales con cuchillas, las llamadas "concertinas", dispositivos que, en palabras de las ONG's que trabajan allí, "exclusivamente sirven para añadir crueldad, dolor y cicatrices a los inmigrantes que, huyendo del hambre, la miseria o la guerra, esperan en el lado marroquí su oportunidad para llegar hasta el llamado primer mundo". Un primer mundo, donde el Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, se vanagloria de su comportamiento religioso y supuestamente piadoso, que vuelve la espalda a esos miles de inmigrantes que quieren un destino mejor para ellos y sus hijos.

Obligados por la falta de oportunidades que existía en la España de los 60, mis padres tuvieron que emigrar en busca de trabajo hacia Alemania, donde se conocieron. Como hacemos ahora los españoles con los inmigrantes, tuvieron que coger los trabajos que nadie quería, compartiendo habitación con otros compatriotas. Tampoco ellos hablaban el idioma, por lo que, lógicamente, solían reunirse con otros españoles con los que poder conversar. A los pocos años volvieron, pero recuerdan que allí, en Alemania, tuvieron una oportunidad de mejorar, de dejar atrás, un país que, además de la falta de trabajo, carecía totalmente de libertad? excepto para los acólitos del régimen.