El fútbol aunque es un deporte, no deja de ser un juego. Da igual que hablemos de fútbol base o fútbol de elite: "como juega ese equipo", "vaya juego ramplón que propone ese entrenador", "que jugada hizo el número nueve"?, expresiones como estas son utilizadas todos los días en tertulias, periódicos, programas de televisión, radio, etc. Solamente los fines, los intereses de cada uno de ellos, permiten diferenciarlos, y aun así tienen algo en común: alguien gana, alguien pierde.
Ahora la pregunta es: ¿y si alguien pierde siempre?
Llevamos varias jornadas en las distintas ligas de fútbol base y ya, tanto en los resultados como en las clasificaciones, se empiezan a observar desproporcionadas diferencias entre unos equipos y otros.
Siempre me ha gustado solidarizarme con los más débiles, con "los últimos", con esos equipos que para mí se merecen el mayor de los respetos y la más sincera admiración.
Nadar a favor de la corriente es sencillo, es fácil ir a entrenar, es fácil perdonar un error, es fácil animar, es fácil enseñar, es fácil sentir que luchas por algo.
La otra cara de la moneda es otra cosa. O puede que no.
En esos equipos los jugadores demuestran que no se dejan doblegar por los resultados, siguen asistiendo a los entrenamientos con las mismas ganas, van al partido con el fin de divertirse y ¿por qué no? de ganarlo, aunque en muchas ocasiones, esta victoria la consiguen, la sienten, con tan solo lograr marcar un gol.
En esos equipos, los entrenadores hacen fácil lo difícil, que no es otra cosa que seguir manteniendo viva la ilusión de sus jugadores por jugar al fútbol, por aprender, por progresar
Los padres, los familiares, los amigos, con su presencia y con sus gritos de ánimo, no hacen más que ayudar a todos los anteriores a seguir por ese camino, a seguir luchando por sus metas, no hacen más que decir que ahí estamos, que los resultados ya llegarán y que si no llegan, lo importante es participar y divertirse, que en todo juego alguien gana y alguien pierde, pero que todos SON GANADORES.-
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