Ébola de nuevo

El pasado miércoles celebraba el hospital de los Montalvos la fiesta de su patrona la Virgen de la Merced. Sin grandes alharacas, simplemente con una misa solemne y sencilla, seguida de unos cantos populares cantados por un coro compuesto por el personal de la casa y acompañados por la concurrida asistencia de enfermos, familiares, médicos, enfermeras, celadores y demás personal del centro hospitalario. Así merece la pena celebrar una fiesta, con la participación del mayor número posible de los afectados. Más significativo aún si la celebración de la fiesta es en un hospital.

Evidentemente, la apelación a un hospital nos lleva a la noticia de estos días, en que se ha visto tristemente actualizados los sucesos ocurridos en torno a la enfermedad del ébola, con la llegada del segundo de nuestros misioneros, el hermano Manuel García, que desgraciadamente ha terminado con el fallecimiento, lo mismo que su compañero el padre Miguel Pajares en días pasados.

La noticia está reforzada por la decisión del gobierno de Sierra Leona de cerrar sus fronteras y prohibir todo tipo de reunión o concentración, incluidas las celebraciones de misas, como comentan nuestros misioneros, todavía presentes en aquellas tierras con evidente peligro de sus mismas vidas, que ofrecen al servicio de aquel pueblo, castigado duramente por la enfermedad y la pobreza. Ojalá el hermano Manuel sea el último misionero sacrificado. Y ojalá que el número de los acabados por causa del ébola no pase más allá de los tres mil fallecidos como fruto de esta terrible epidemia. Ojalá las naciones libres y democráticas se decidan de una vez a ayudar a las naciones afectadas a salir de su deficiente situación de salud y de pobreza.

Aunque, visto lo recientemente ocurrido en la reunión cumbre de los países enrolados en las Naciones Unidas, con participación de un discurso fuerte incluso de nuestro mismo Rey, Felipe VI, ante la asamblea que encaraba el grave problema del cambio climático, que afecta a todos por igual, no hay lugar para una gran esperanza de que se pueda encarar un problema de salud que afecta principalmente a unos cuantos pueblos pobres, que tienen escasa repercusión en nuestras maltrechas economías. El egoísmo e individualismo de las naciones poderosas, Estados Unidos, Rusia, China, etc., impiden dar pasos decisivos en los pequeños problemas de pueblos marginales, lo mismo que en los grandes problemas del calentamiento global.

Por nuestra parte, estaremos al lado de los pocos misioneros, españoles y otros, que todavía siguen exponiendo sus vidas por permanecer cercanos a los pequeños y a los humildes, cuyas vidas siguen gozando de la máxima dignidad personal a pesar de sus limitaciones. No olvidemos el ébola ni las miserias adjuntas que lo magnifican y acrecientan. Que la enfermedad física nos ayude a nosotros a superar las miserias morales de nuestros individualismos y egoísmos imperdonables.