Aniquilación, integración

Hoy más que nunca el proceso y el terrorismo están otra vez en pleno auge de comentarios, de unos y de otros, y de unos y unos. Y muy a pesar nuestro (el de las Víctimas del terrorismo).

Al final el terrorismo, y eso que los dos grupos políticos pactaron ya hace tiempo su no utilización, sigue siendo un arma arrojadiza, de unos y otros, y de unos y unos, y ¿quién está sacando tajada de todo ello?

Los terroristas, como siempre, se aprovechan de nuestras desavenencias y, pasito a pasito, van conquistando, en el sentido más absoluto y literal de la palabra, todo el terreno que desde hace años se han propuesto.

Baste como ejemplo la consecución de las alcaldías de pueblos del País Vasco, la Diputación de Guipúzcoa y, a la espera, el asalto a Navarra

¿Y saben ustedes por qué?

El recorrido está llegando a su fin, el objetivo que se habían previsto está cumplido, y todos y cada uno de sus retos logrados.

Es momento de recordar cuando la banda terrorista ETA ordenó a sus oteguis fundar otro partido. Su ausencia de las instituciones les acercaría aún más al borde del abismo, donde les tuvo sujetos, sin dejarles caer, Rodríguez Zapatero.

ZP no fue a por su derrota sino, como dijera en aquellos días Patxi López, a su "integración" entre los demócratas.

Y para ello intentaron blanquearlos, hacer ver que los de El Gordo, nombre pistolero de Otegi, son unos benditos a los que hay que acoger en los brazos de la democracia, recompensarles su maldad.

Sin presupuestos que manejar, sin asignaciones económicas, sin la influencia de su aliento en la nuca de los ciudadanos de tantos rincones del País Vasco y de Navarra, morirían.

En su momento asistimos a un nuevo acto teatral entre gobierno de ZP y banda asesina. La nómina de los presentes en aquella presentación del nuevo brazo etarra evidenció que se trataba de un burdo engaño. Tan burdo que movía a sospecha, a señuelo que nos despistara de los complicados caminos de la negociación.

Total, la ETA nos presentó un partido que decía que no era la ETA.

No, no fue procedente su legalización, digan lo que digan. Además, quien es capaz de matar a cientos de españoles ¿no mentirá si en ello le va la vida y nuestros dineros?

Algunas reacciones de tufo buenista Zapatereño entre los socialistas delataron el juego de guiños y gestos que se traían, seguramente instados por ese excelentemente bien remunerado filántropo Brian Currin y los suyos, que hicieron caja con nuestros muertos.

Mi incredulidad me hace pensar que por mucho que nos dijeran que no había apaño con la banda, la resolución de mayo de 2005 del Congreso autorizando la negociación no se revoca; Ternera permanece libre a pesar de que lo tienen perfectamente localizado; nadie ha movido ni está moviendo un solo dedo para echar a ANV- SORTU de los ayuntamientos, llueven beneficios penitenciarios sobre etarras supuestamente arrepentidos, más falsos que Judas Iscariote.

Y así la cuestión, además del debido cumplimiento de las condenas y del destierro de la ETA de las instituciones, además de la memoria, dignidad y justicia para las víctimas y el pueblo español que representan esos más de 800 muertos, además de esa inmensidad, la cuestión radica en la libertad.

No podrá haber libertad si no hay una convivencia sin la sombra de las pistolas tanto en las calles como en los escaños.

Lo demás será una injusticia que condenará a esta sociedad al definitivo anidamiento en vida de imposiciones liberticidas, y al resto de españoles a la claudicación.