Silban vientos de manera y modo que si por la izquierda citas una carta de San Pablo para argumentar el detalle de una reflexión la que te cae es parda; pero ¡ay de ti, inútil cacaseno ?como diría Gil de Biedma- si citas la misma carta ante la derecha o, comúnmente, frente a la mirada intratable de algún obispo o aspirante a serlo: entonces, la pira la tienes bajo los pies como Juana de Arco en el fuego de Leonard Cohen. El caso de creer en Cristo a semejanza de cuanto uno lee está mal visto según sea el código de circulación. Unos te tachan de salir de este armario y los otros te borran por haber salido del mismo lugar en que Jardiel Poncela intuyó un cadáver.
Que el cardenal Fernando Sebastián compare a la homosexualidad con la hipertensión es asunto senil y preocupante y si no lo es peor aún, es terrible que la Iglesia tenga ya manga por hombro. Este hombre que pareció en un tiempo aliado de causas libres nunca perdió el tono de su altivez y así, lo que decía iba a misa. Es como rescatar la memoria de monseñor Romero, sería considerado algo insólito, como tratar de acercar algo de humildad y aquello de 'a semejanza vuestra' queda para el que el Papa Francisco se vea en un escaparate sin otra intención que la de la ortodoxia más recalcitrante. Dónde lo del celibato si no, dónde África y el uso del preservativo, dónde el aborto y las violaciones en masa de mujeres infectadas por el VIH como arma de guerra. La Iglesia sigue pensando en las cruzadas y cuanto más obligado doctrinamiento, peor. Plumas hay hoy en "L'Oservattore Romano", ávidas de tanta befa, como para que la administración eclesiástica admita su propio divorcio y castigue por lo mismo a los profesores de Religión. Muestrario semejante daría de bruces con la realidad de cuanto se manifiesta a los Corintios sino fuera por el valor de la hipocresía que nos invade. Y de ahí parte esta historia: la administración de la Iglesia, la cúpula por graduación cuasi militar de la Conferencia Episcopal desdeña cuanto ignora y la venda le cubre el precio de ostentar el poder económico, social y político como en los mejores tiempos bajo palio. Hace años el profesor Aranguren habló en el Paraninfo de la universidad salmantina a propósito de Abel Sánchez, enigmático personaje unamuniano: o la solidaria soledad de Cristo o algo solitariamente solidario.
Por tanto, el problema en estos ?como en otros- tiempos no está en creer o no creer sino en hacerlo de manera y modo que ni inquiete a unos ni te maldigan los otros por ello.