Hace días me anticipa un buen amigo, muy diocesano él, que la Virgen de la Vega, ahora la de verdad, sale en procesión con motivo de la clausura de los actos conmemorativos del V centenario de la Catedral Nueva. Y me animó, con la ingenuidad impostada que gastan los benditos por el Señor, a que dedicara unas líneas al temilla en esta tribuna de opinión hasta ahora libre. No le nombro, que lo mismo se me enfada. Si lo estima oportuno, que reivindique él la iniciativa en los comentarios.
Al respecto se me ocurren muchas cosas. La primera, en plan soca, pedir a nuestro alcalde que consiga para Salamanca el título de ciudad de procesiones chorras, porque de un tiempo hacia atrás, si rebuscamos entre penitencias y glorias, la cosa va marchando. Y si Lanzarote consiguió para Salamanca la internacionalidad de la Semana Santa, el actual podría crear una nueva categoría y poner a la ciudad, ahora por méritos propios, a la cabeza del escalafón en la nueva lista.
Pero no nos vayamos del asunto, que el 15 de diciembre sale la patrona en procesión. Pues qué quieren que les diga? la verdad es que estoy hecho un lío, porque esto de las procesiones resulta demasiado complejo para mí. Uno suponía que cuando la iniciativa llegaba desde abajo, es decir del pueblo, las inconsistencias formaban parte del guion establecido, pero que cuando la Iglesia madre y maestra decidía sacar los santos a la calle, la procesión alcanzaría el nivel de la excelencia, igual que el nuevo bachillerato para los listos.
La idea en principio es buena, porque aunque la Virgen haya estado musealizada en su sede catedralicia, no deja de ser la patrona de ciudad. Pero a mí me queda la duda de por qué en su fiesta se pasea la de pacotilla y ahora, que no lo es, saldrá de la verdad. Más acertado hubiera sido que en septiembre de 2013, aprovechando el aniversario constructivo de la catedral, se hubiese realizado la procesión, más solemne, con la original. Así habría estado arropada por los miles de fieles y curiosos que, aprovechando el clima festivo, abarrotan las calles céntricas de la ciudad en esas fechas. En pleno 15 de diciembre, a puntito ya del solsticio invernal, nos vamos a encontrar con una procesión desangelada, que pasará tan desapercibida como las otras que, con la aquiescencia de Calatrava, van salpicando el discurrir de los meses en pos de conseguir el ansiado título. Y aunque sea a toro pasado, qué gesto más hermoso hubiera sido que, con motivo del V centenario, la basílica de la catedral hubiera abierto sus puertas de par en par, de manera que el pueblo de Salamanca y quienes nos visitan en este año cuasi jubilar pudiesen admirar el edificio y venerar a la patrona.
Cuando las cosas se piensan y se analizan y se habla y se escucha, suelen salir bien, o por lo menos mejor. Pero a veces uno acaba teniendo la sensación de que vamos un poco a salto de mata y por eso las buenas ideas quedan en ejecución mediocre o desastrosa. Da la impresión de que faltan luces, o se improvisa o que todo da lo mismo. Para constatarlo, basta echar un vistazo a la web oficial de la diócesis y leer en el aparatado de actualidad el artículo de Mariano Casas para comunicar, ¡el 29 de noviembre!, que se va a organizar la procesión. El escrito de este larguirucho personaje, escapado del anonimato al ser designado coordinador de los actos del quinto centenario catedralicio, nos ayuda sobremanera a contextualizar el evento. Ni el padre Isla en los sermones de fray Gerundio podría haberlo expresado mejor. No sé si esta es la imagen real de la diócesis de Salamanca. Hasta donde yo conozco no, porque la mayor parte de los curas que pisan el asfalto andan en otra onda, pero estos detalles deberían cuidarse, que son lo que queda. Y conste que, por lo que me dicen, Casas es muy buena gente. Pero, leches, que cuando se actúa en nombre de una institución hay que salvar las formas, o que al menos haya alguien que aconseje.