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En el nombre de la Paz
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En el nombre de la Paz

Actualizado 19/12/2025 10:34

“Si la paz que proponen los pueblos está en guerra con la paz que proponen los opresores de los pueblos, nuestra obligación con la paz es ganar esta guerra”. MARIO BENEDETTI, ‘La paz o la aceptación del otro’, en La realidad y la palabra, 1986.

Con gran variedad de hiperbólicas alabanzas y babeos de todo tipo por parte de la reacción internacional, el Comité Noruego decidió premiar con su Nobel de la Paz a la esclarecida política venezolana María Corina Machado, en una decisión que pone la guinda al maloliente pastel en que se ha convertido la relación de premiados por el vanidoso grupo vikingo.

Sin entrar en los más que notables “patinazos” (o no tanto) en la concesión de los nobeles de la Paz (Kissinger, Teresa de Calcuta y otros), conceder un galardón que incluya en su denominación la palabra ‘paz’ a un personaje conspirador contra su propio país es cuando menos, estúpido. Cómplice de los planes de invasión, robo y destrucción de su tierra en aras de la apropiación de sus riquezas naturales por parte de las empresas estadounidenses de la especulación energética, secuaz de los asesinos de niños palestinos, creadora de un martirologio ficticio ante la prensa internacional, la señora Machado quiere mostrarse como perseguida, acosada o presionada sin admitir delito alguno contra las leyes de su país, que transgrede constantemente, siendo fabricante también de variadas operaciones de la falsedad política, como la de aquel Guaidó, presidente fantasma paseado por todo Occidente a ver si picaban algunos gobiernos.

Si la nómina de premios Nobel, en sus distintas facetas y categorías, alberga nombres capitales en la Ciencia, la Investigación y la Literatura, afines al sentido y los deseos de Alfred Nobel al crear los galardones, no sucede lo mismo con su apartado “de la Paz” donde se han colado nombres y biografías tan vergonzosas que su misma mención ensuciaría aún más la arcada que ya provoca su última concesión.

Con la anuencia pasiva, o no tanto, de gobernantes creadores de frontispicios pacifistas en declaraciones, comunicados y fachadas varias, la atención prestada a la “luchadora” venezolana María Corina Machado, la apestosa lagotería para con su biografía y la falsedad flagrante en la relación de sus supuestos méritos, entronca perfectamente con la interminable ofensiva periodística y política que los próceres de los autodenominados “países occidentales” (en realidad, el capitalismo neoliberal) llevan a cabo contra cualquier atisbo de progresismo, izquierdismo, política social o avance en derechos de ciudadanía que tengan la osadía de asomarse a la realidad en el mundo, especialmente en América Latina.

Países como Perú, Argentina, México, Chile, Ecuador, Uruguay, Bolivia y otros, incluyendo la misma Venezuela, han visto en diferentes épocas acosados a sus dirigentes progresistas con las armas del más descarado lawfare, las acusaciones falsas a familiares y a círculos cercanos, la invención de delitos, bulos y manipulación de la opinión pública contra ellos y sus políticas sociales, mediante la organización interesada de protestas callejeras manipuladas, campañas periodísticas con información política falsa, manifestaciones de rechazo y declaraciones públicas trufadas de mentiras, engaños, falsificaciones y calumnias de todo tipo, que han podrido y pudren los cimientos de la fuerza democrática que en su día elevó al poder a esos dirigentes (Fernández, Petro, Morales, Mújica, Castillo, Hugo Chávez, Sheinbaum, Correa…), hasta conseguir situaciones propagandísticas que se hacen pasar por estados colectivos de sospecha.

Los avances sociales en derechos, protección de la educación, la sanidad, la atención o la cultura, quedan opacados así por el descreimiento ciudadano teledirigido, regado con programas de radio, televisión y campañas periodísticas, llamados al recelo y la desconfianza en la ciudadanía, insistencia en la deseducación y la colonización y privatización mercantil de los derechos de la gente. Así, y mediante el endiosamiento y elevación a los altares de la propaganda mediática de personajes como María Corina Machado, es ya fácil la subsiguiente campaña que procura el acceso al poder de monigotes de la reacción y el capitalismo salvaje como Milei, Kast, Noboa, Bukele o Paz.

La concesión del Premio Nobel de la Paz funciona en sentido contrario al de otros galardones que pretenden reconocer méritos anteriores del galardonado. En el concedido a María Corina Machado, ha sido el premio, y no sus méritos, lo que ha elevado a la popularidad a un personaje con inexistente talla pacifista, moral y política, que responde y es utilizada por intereses concretos económicos, geopolíticos y estratégicos de la reacción internacional. Vaya escrito aquí, pues, el lamento por la guinda con nombre venezolano al maloliente pastel en que se ha convertido la relación de premiados por el vanidoso grupo noruego.

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