“No gastes más tiempo argumentando acerca de lo que debe ser un buen hombre. Sé uno”. MARCO AURELIO, Meditaciones, 10.16.
Uno de los “consejos” repetidamente publicados por todo tipo de influencers, coachers y “orientadores de la conducta” en redes sociales y publicaciones, es el retorno a algo que ellos llaman “estoicismo”, asimilando el concepto a una suerte de “ayúdate a ti mismo” , “esfuérzate y será posible” o “que nadie estorbe tu deseo”, y que deriva, sobre todo en la perceptiva pizarra de las mentes más jóvenes, y por eso más desamparadas, en la militancia en un individualismo egoísta, insolidario y con gran tendencia a la sociopatía, al desprecio y al clasismo.
La historia del Estoicismo, como colección de pensamientos y obras milenarias (Zenón de Citio, pasando por Séneca, Epicteto o Marco Aurelio), ha “sufrido” profundas manipulaciones, alteraciones y adulteraciones de su sentido originario, convirtiéndose, principalmente por influencia del cristianismo y otras sectas religiosas, y con la manipulación académica, política y religiosa permanente e interesada de la obra de autores de referencia en la historia del pensamiento (Descartes, Kant, Bacon o el mismo Quevedo), en una doctrina que poco o nada tiene que ver en la actualidad con su original enseñanza de la virtud, la ética personal, la tolerancia y la conciencia personal del mundo como territorio de la Sabiduría, lugar del Coraje, escenario de la Justicia y sitio de la Templanza, por atenernos a las virtudes cardinales canónicas del estoicismo.
La utilización del concepto estoicismo como de sus “añadidos” (interesados o fruto de la mera ignorancia) en todo tipo de consejos y orientaciones de autoayuda, individualismo despectivo y preocupación por el único objeto del esfuerzo vital que apuntan (el propio yo), se ve agravada por ciertas ‘enseñanzas’ académicas (en facultades de Filosofía y en aulas de Secundaria y hasta Primaria), que están extendiendo, y fijando en las esponjosamente pasionales mentes juveniles, una suerte de enseñanza filosófica basada en el esfuerzo como medio para conseguir el único fin de la propia satisfacción o personal meta, sin atender ni a las consecuencias, los efectos o las responsabilidades que, para los demás, puedan tener tanto las realizaciones del egoísmo individualista como los resultados de injusticia, desigualdad o, sobre todo, indiferencia, que la aplicación ultrapersonal de ese estoicismo falso, adulterado y fraudulento que hoy parece alzarse como bandera de la insolidaridad en mucha gente joven.
La educación, y su rama principal, la enseñanza, tiene el deber de mostrarse, al menos, veraz. Las cosas, los conceptos y los ejemplos que transmiten, enseñan y educan, pueden denominarse de mil formas, mostrarse desde diferentes perspectivas o transmitirse con diversas técnicas, pautas o estrategias. Los nombres no significan sino referentes para el análisis de su obra y su opinión (Schopenhauer, Montaigne, Nietzsche, Sartre…), y no marcas de prestigio ni eslóganes para sacralizar sus textos o, peor, validar bajo su nombre lo que gratuitamente a ellos se quiera asociar en un aula. Es la conciencia -de haberla- del educador (del enseñante) la que debe dirigir su profesionalidad -de haberla- no por los caminos de la verosimilitud, sino de la verdad.
Hoy en demasiadas aulas, en demasiadas tribunas y en demasiadas asambleas, en multitud de publicaciones y eventos académicos, se está “educando” en el fascismo, alabando el totalitarismo (político y de intención social) y extendiendo la falsa noción de que el individualismo egoísta es un medio valioso de maduración y crecimiento. Para ello, entre otras banderías, se utiliza un concepto falso del Estoicismo con disfraz de respetable, un llamado falaz a la reflexión crítica personal basada en la hiperbólica autovaloración, en el desprecio al diferente, al otro o al “débil”, vestido todo con ropajes de orgullo, autosuficiencia y hasta no pocos reflejos de narcisismo arropado con las nobles túnicas de la Filosofía y, las encuestas lo reflejan y los comportamientos y tendencias sociales lo denuncian, una falsificación del concepto auténticamente estoico de bondad (política, social, ética y moral) que tendrá para todos, está teniendo, perversas consecuencias.
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