Ancha es Castilla

“Ancha es Castilla” me repito al cruzar los semáforos en rojo poco transitados. La comunidad ocupa los caminos de manera variable. La risa está presente, el clamor es trémulo en sus ojos y hay una suerte de conciencia colectiva obcecada en el trajín urbano. Se llenan los escaparates de curiosos, los supermercados de carritos que desconocen la seguridad vial y las calles de una precisa capitalización.

Encuentro preocupante un fenómeno altamente notado desde hacia décadas que es la capitalización del espacio público, en concreto el urbano. Las dinámicas de la gentrificación son propias de una ciudad que se presta a la inversión económica descuidando los aspectos sociales. La oportunidad del negocio se ve en una supuesta puesta a punto de la ciudad a través de la oferta de diferentes propuestas de ocio, gastronomía o ropa bajo un llamativo y conocido logo que aparece en las grandes urbes occidentales a lo ancho del mundo. El resultado es un uniforme espacio urbano carente de una identidad propia y que se camufla en la oferta turística como otra gran ciudad urbana que pone todos sus medios a disposición del visitante. Ello aparece compaginado por numerosos lockers y pisos turísticos. Un abanico de poco discretas sugerencias que se suman a una ciudad patrimonial garante de una fingida propuesta cultural en la que el visitante no solo no aprende a través del espacio, sino que simplemente se desliza por un lugar vacío de significado.

Pero que veo que la amplitud de Castilla es muy notable para los dirigentes. La cercanía de la Navidad es una oportunidad perfecta para desplegar una propaganda vacua que atraiga y dinamice la ciudad bajo la premisa de cautivar las miradas. Sin embargo, cabría preguntarse cuál es el verdadero impacto de vender el espacio común y público al mejor postor a sabiendas de costar el correcto funcionamiento de los ciudadanos. El centro de Madrid se veía transformado en un megalómano anuncio de la última temporada de una conocida serie de Netflix, actual gigante del streaming. Parece obvio que tal arrendamiento de las calles no es en sí necesario para la publicidad de la serie, pues es de sobra conocida y es muy poco probable que tal empresa realmente perciba grandes pérdidas en el caso de que una de sus series por excelencia no tenga la acogida esperada. Por eso, esta estrategia de márketing no funciona a favor de Netflix, sino que realmente se enfoca a la promoción de Madrid y a su consecuente transformación en una ciudad del capital. No hay una auténtica expresión de la noción relativa a la navidad, sino un ensalzamiento de la actividad económica. Sin embargo, aparte de una nula concepción estética y una incorrecta apropiación de las calles, la repercusión en las arcas del municipio es ínfima e irrisoria. Por eso conviene atender a la aparición de este tipo de dinámicas que no hacen cosa más allá que menoscabar la cuestión social en la urbe en pos de unos ideales capitalistas que no dudan en apropiarse del lugar común para seguir con su depredación.

“Ancha es Castilla” cuando los que están en el poder capitalizan la vida. Al lado de la Puerta del Sol hay gente durmiendo en la calle que los políticos quieren ocultar con esa burda estrategia publicitaria.