Desconcertando

Hace poco recordaba el significado de las nuevas señales que ha tenido que instalar el Ayuntamiento para poder actuar, multar, en la Zona de Bajas Emisiones. Una es la S-30a “Zona peatonal”. Según la "Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial", Anexo I, Conceptos básicos 59 “Parte de la vía, elevada o delimitada de otra forma, reservada a la circulación de peatones.” Por donde “debe transitar” dice el Artículo 49.1. El Reglamento General de Circulación establece en el Artículo 121.5 “La circulación de toda clase de vehículos en ningún caso deberá efectuarse por las aceras y demás zonas peatonales.”

La propia Ley sobre Tráfico en el Artículo 25.2 “En las zonas peatonales, cuando el vehículo las cruce por los pasos habilitados al efecto, el conductor tiene la obligación de dejar pasar a los peatones que circulen por ellas.” Visto todo esto, no comprendo el significado de los recientes pasos de peatones en el entorno del encuentro de las Calles de Correhuela y del Pozo Amarillo. Ambas incluidas en el reciente “Bando de Alcaldía: calles y tramos de vía pública declarados como zonas peatonales y residenciales”. La primera en su tramo entre la segunda y Portales de Camiñas.

Los pasos de peatones son amarillos, se entiende provisionales mientras dure una obra en una esquina reforzando la seguridad vial. Innecesario al ser zona peatonal desde hace suficiente tiempo como para tenerlo todos claro, aparte de las perfectamente visibles señales que lo indican. En realidad, solo contribuyen a introducir más confusión, a pesar de estar perfectamente señalizada y el vehículo ser un intruso tolerado en determinadas circunstancias, estos parecen demasiados e incluso no es raro alguno llegue a pitar a peatones empujándoles a apartarse de su “calzada”.

Desde luego no es la única incongruencia por aquí. Durante tiempo entre la Plaza del Mercado y la de Poeta Iglesias hubo una superflua señal de Zona Residencial. En la Calle de Quintana subsisten una simulación de pasos de peatones con losas que hace tiempo perdieron su sentido. Se podría sustituir los adoquines entre ellas por más (como en las calles urbanizadas recientemente) ganando comodidad el paso de sus numerosos viandantes. El hecho de marcar separación entre acera y calzada, aunque se mantenga el mismo nivel en todo el ancho de la calle, también introduce cierta confusión.

El todavía excesivo paso de vehículos por algunas de las calles, en tres meses 40.000 sin autorización, empuja a la concentración peatonal en las antiguas aceras. Incluso todavía hay vehículos, como he mencionado, que se sienten con derecho a campar por las “calzadas” con casos de velocidades bastante inadecuadas. Tampoco ayudan navegadores induciendo a error a turistas despistados. Y la posible convivencia entre bicicletas y viandantes no está clara. Confiemos se corrijan problemas con la aplicación de la parte sancionadora de las normativas, volviendo al coche una verosímil anécdota.