La iniciativa, financiada de su propio bolsillo, se organiza de forma directa para asegurar que la ayuda llega a los ganaderos que realmente lo necesitan
Un camión cargado de pacas no es solo alimento para el ganado. En las tierras calcinadas por el incendio de Cipérez, se ha convertido en un símbolo de esperanza, en la prueba tangible de que nadie está solo. No es una ayuda oficial ni una campaña institucional. Es la solidaridad directa, de bolsillo a bolsillo y de ganadero a ganadero, de un grupo de productores de la comarca del Abadengo que, ante la catástrofe de sus compañeros, han decidido actuar por su cuenta.
El fuego que se desató el pasado 15 de agosto dejó un panorama desolador: más de 10.500 hectáreas arrasadas en siete términos municipales (Cipérez, Peralejos de Arriba, Espadaña, Villar de Peralosno, Tremedal de Tormes, Puertas y Villaseco de los Reyes) y, lo que es peor, a decenas de familias ganaderas sin pastos ni reservas para afrontar el año. En medio de esa incertidumbre, mientras la burocracia busca sus cauces, ha surgido esta iniciativa espontánea, nacida de la empatía y la acción.
Felipe Corral, ganadero de Lumbrales y uno de los impulsores, explica que no es la primera vez que se movilizan. "Siempre hemos estado metidos en todos los folleones", comenta, recordando su colaboración en la DANA. La decisión de actuar ahora fue casi inmediata. "En cuanto vimos la cosa, que estaba fastidiada para la zona, pues cogimos y dijimos, vamos a echarle una mano".
Buscaron canales oficiales, pero la respuesta no fue la que la urgencia requería. "Empecé a echar mano de organizaciones agrarias, y no tenían muy claro cómo lo podían hacer o cómo no lo podían hacer, así que nos decidimos hacerlo por nuestra cuenta", relata.
Y así lo han hecho. Hasta la fecha, han enviado cinco tráileres, sumando aproximadamente 100 toneladas de paja y forraje. Una parte del forraje procede de sus propias explotaciones, mientras que la paja ha sido comprada y enviada directamente. Este esfuerzo no proviene de grandes terratenientes, sino de pequeños productores que han puesto su propio capital y trabajo. "Sale todo de nuestro bolsillo", subraya Corral. "Hay gente que ha puesto más de 1.000 euros... y somos pequeños ganaderos. Yo tengo 70 vacas, es decir, que nadie piense que tengo 300". Ellos mismos han pagado los portes, han cargado los camiones con sus tractores y han viajado a la zona para supervisar la entrega. Además de ganaderos, Feli Corral señala que también colaboran personas, que no son ganaderos, aportando donativos que van directamente a los necesitados o destinado a pagar gastos como el transporte.
Aquí reside la clave de su éxito: la precisión. No se trata de enviar camiones a un punto de acopio general, sino de llevar la ayuda directamente a quien más la necesita. "Lo tenemos muy claro: llevar el forraje y llevarlo directamente, pero a ganaderos muy específicos, que estén muy afectados y con pocas posibilidades económicas", afirma Corral con rotundidad.
Invierten tiempo en contrastar informaciones y localizar a las familias que se han quedado sin nada. "Nos gusta ir en persona y hacerlo bien, para que no nos engañen. En San Felices pasó que de verdad el que más lo necesitaba fue el que menos recibió, y eso da mucho coraje", explica, destacando su compromiso por una distribución justa.
La respuesta de los beneficiarios es abrumadora y justifica cada euro y cada hora invertida. "Se nos ponen a llorar, se nos cae al alma al suelo cada vez que vamos", relata Felipe, visiblemente emocionado. Comparte el testimonio desgarrador de uno de los ganaderos afectados: Si es que ahora mismo tengo que dar de comer a los animales, no sé si me quedará para comer a mí. "J..., se te viene el alma al suelo, c...".
Su trabajo, que preferían mantener en un discreto segundo plano, ha saltado a la palestra a raíz de unas declaraciones que les han dolido profundamente. Felipe se refiere a las palabras del responsable en la provincia de uno de los sindicatos agrarios publicadas en un medio de información. "Dijo que era limosna lo que le estábamos dando. Nos ha sentado como una patada a los c...", expresa con una indignación palpable. "¿Será posible que estemos poniendo nuestro dinero, que ninguno vamos sobrados, que tenemos para vivir, pero no más, y que digan esto?". Este comentario, admite, ha sido el detonante para hablar públicamente, para defender la dignidad de su ayuda y, sobre todo, la de quienes la reciben.
Esta ayuda directa, casi quirúrgica, contrasta con la percepción que tienen de la respuesta institucional. "Lo que dice la Junta... es que no sabemos ni dónde está ni a la gente a la que estamos llegando. Estamos llegando más nosotros que ellos", lamenta, haciéndose eco del sentir de algunos afectados.
Más allá de las toneladas de forraje y los kilómetros recorridos, esta iniciativa es una poderosa lección de empatía y comunidad. Es el campo ayudando al campo, sin intermediarios, basándose en un principio tan simple como profundo que Felipe Corral resume a la perfección: "No nos gustaría que nos estuviera pasando lo que les pasa a ellos... si nos pasara, nos gustaría que nos ayudaran, exactamente igual". No es caridad, es compañerismo. Es la solidaridad que no es limosna, sino una mano tendida de igual a igual en el momento más difícil para muchos.