¿Quién nos abre la iglesia del pueblo?

Cuando buscamos con ahínco la acera de la sombra, la brisa más ansiada que real y el agua que sólo si es fresca quita la sed, mejor búsqueda y hallazgo es una iglesia de las de muros firmes y sólidos capaz de guardar óleos renacentistas y tallas barrocas en la temperatura que siempre tuvieron, ideal para quienes nos refugiamos en sus cercanías y nos deleitamos con las historias infinitas que nos cuentan.

Son 449 los monumentos que se abren este verano en nuestra comunidad autónoma, integrados en una nueva edición del programa promovido por la Junta de Castilla y León. “Monumentos” por seguir el título de la iniciativa, pero son todos templos, con los matices que se quiera: iglesias parroquiales, alguna ermita, algún museo conventual… La institución autonómica aporta una pequeña cantidad que, canalizada por las diócesis de estas tierras, contribuye a la apertura más extendida que asumen las comunidades cristianas titulares de los templos.

Por normal general, la iglesia es siempre el monumento más destacado de los cientos de localidades leonesas y castellanas. En torno al lugar donde la parroquia celebra la fe se entiende la vida del pueblo. En su libro de bautismos se adentra uno en su historia. En sus paredes y retablos se sigue el rastro de sus luces y sus sombras. Bajo sus losas descansan sus ancestros. Sus campanarios atesoran aún el eco de los días de fiesta y de los de terror.

Llegar a un pueblo y preguntar por la señora, generalmente es ella, que custodia con mimo la llave de la iglesia, o de la ermita, da pie a visitas que suelen ser breves, íntimas y muy auténticas. Quizá alejadas del clásico esquema bajo el que nos acercamos a los “monumentos” que aparecen en las guías y en las recomendaciones de los lugares que no nos debemos perder. Esto consiste en pedir un favor, en visitar en la sana confianza cuando se trata de merecerla y en agradecer la deferencia de quien guarda la llave no sólo para limpiar el presbiterio, ponerle flores a la Virgen o ventilar la sacristía, sino para acoger, compartir, demostrar con obras que la iglesia de cada pueblo es un reflejo de la Iglesia que es Pueblo de Dios.

De un modo más reglado, sin necesidad de llamar a la puerta amarilla de la señora que vive en el número 18 de la calle de la Fuente, aunque a lo mejor está en el huerto, hasta el 7 de septiembre es posible visitar 449 iglesias de martes a domingo, mañana y tarde, en Castilla y León. Se puede ver la relación completa con las particularidades horarias aquí.

En nuestra provincia de Salamanca, que abarca territorio de tres diócesis diferentes, las propuestas son de lo más atractivo. Dentro de la sección Mudéjar al sur del Duero, aunque se trate de una clasificación demasiado global e imprecisa, aparecen las iglesias parroquiales de Macotera, Santiago de la Puebla, Villoria, Peñaranda de Bracamonte, Vitigudino y Los Villares de la Reina. En el grupo de Sierras del Sur nos encontramos con tres iglesias de Béjar (Santa María, Santiago y El Salvador), cuatro de Ciudad Rodrigo (El Sagrario, San Pedro y San Isidoro, San Agustín, Hospital de la Pasión), las parroquias de Puente del Congosto, Candelario, Sorihuela, La Alberca, Mogarraz, Miranda del Castañar, Montemayor del Río, San Martín del Castañar y Villanueva del Conde, el monasterio franciscano de El Zarzoso y la ermita de la Virgen del Robledo en Sequeros. Asignados a Arribes del Duero y Sayago están los templos parroquiales de Aldeadávila de la Ribera, Hinojosa del Duero, Lumbrales y La Fregeneda, al que en San Felices de los Gallegos se suman la iglesia conventual de las Agustinas y la ermita del Rosario. En contexto urbano, bajo el epígrafe de Ciudades Patrimonio Mundial, aunque Ávila propone siete y Segovia ocho, en Salamanca nos quedamos en dos: Sancti-Spíritus y la Vera Cruz.

Me permito sugerir un par de escapadas, que pueden ser de un día, o aún mejor, con pernoctación. Un guiño a mi infancia: Carrión de los Condes, que dentro de lo mucho y bueno que atesora, aporta a este programa el imprescindible monasterio de las Claras, su deliciosa y cofradiera Vera Cruz, y la sede de su patrona como reza el himno de la ciudad, “que hizo ermita un castillo bravío para amar a la Virgen de Belén”. Y otro guiño a mi presente, Aliste: la parroquia de La Asunción en Alcañices y la de San Mamés en Bercianos, que se puede completar con el museo de la cofradía del lugar.

En la de este otro, la Vera Cruz salmantina, cuenten con nuestra llave para acercarse este verano a la iglesia que es epicentro de la Semana Santa, al retablo que viste de sol a la Inmaculada de Gregorio Fernández, al relicario del venerable Lignum Crucis donde florece la Redención desde la primera Pascua, al altar donde el Pueblo reconoce de dónde viene y a dónde va, caminando errante pero esperanzado hacia esas otras puertas siempre abiertas de la Patria verdadera.