Fontaneros y cloacas

Uno de los colectivos que peor uso hace de las palabras es el de los políticos.

Fontaneros

Los fontaneros son profesionales maravillosos. Hasta podríamos decir que hacen milagros. Todos, ante cualquier problema doméstico, recurrimos a ellos, y no sabemos cómo darles las gracias porque cuando salen de casa ya funciona perfectamente el grifo, el desagüe, la cisterna, el radiador o cualquier cosa que se hubiera averiado y que tanto nos complicó la vida. Suelen ser personas mayores, los jóvenes, desgraciadamente, porque eso de que la Inteligencia Artificial será capaz de suplirlos habrá que esperar a verlo para creerlo, no quieren ser fontaneros, son autónomos, generalmente, y no sé de ninguno que se haya hecho rico trabajando, lo que indica que son profesionales tan honrados como respetables. Pues bien, todos los partidos tienen en sus filas miembros que se dedican a hacerse la guerra sucia unos a otros y los llaman fontaneros, con lo que están humillando, rebajando, despreciando y maltratando a un colectivo tan digno que está muy por encima de ellos.

Sorpresa, sorpresa

Años llevamos las mujeres luchando por defender el derecho a trabajar en lo mismo que los hombres. Afortunadamente ya tenemos (doctoras, abogadas, periodistas, banqueras, empresarias de grandes empresas, arquitectas, políticas de todas las ideologías, directoras y expertas en lo fácil y en lo difícil), pero a ninguna se nos había ocurrido hacernos fontaneras, sin duda porque esta es de las profesiones que no está valorada por la sociedad como merece, que no luce, que no mola, y no permite escalar puestos para medrar económicamente mucho y pronto, pero sorpresa, sorpresa, el caso Leire Díez nos ha servido para demostrarnos que a las políticas no les importa ser fontaneras, pero de las suyas, claro está.

Cloacas

Es del dominio público que en todos los partidos hay cloacas. Por utilizar este término, no podemos reñirles, está bien empleado porque las cloacas, sean urbanas o sean rurales, siempre huelen mal, y las suyas apestan al mal uso que hacen del dinero de los ciudadanos.