Roberto Arizmendi (1945-2025)
Amigo, entre otros muchos espacios, te quedas en los versos de Machado:
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
En 2008, en Villahermosa, me invitaron a un encuentro de poetas en el que me encontré con gente a la que había leído en la carrera: nombres conocidos, otros no tanto… Tú, Roberto, a quien no conocía, eras uno de ellos, muy afable y alma de la fiesta…
Además de leernos, oírnos, leer a otros, compartir poesía… Hubo también ratos de compartir mojitos, risas… Ahí supe que siempre había una habitación en el hotel que se llamaba Bar Barita, en la que nos juntábamos al caer… los compromisos del evento, y se charlaba, reía…
Tus reportajes fotográficos, tus listas de nombres y correos, tus felicitaciones eran el contacto… Pero hubo más encuentros, acá y allá…
Y, sobre todo, como la poesía es una patria y la casualidad juguetona, resulta que eras compadre de mi actual jefe y amigo… y un día, esa serendipia te trajo a una conversación y nos hizo darnos cuenta, a Sergio y a mí, que antes de conocernos nos habíamos conocido, que ambos habíamos participado en aquel libro homenaje a Waldo Leyva; sin saberlo, claro.
La memoria y la poesía jugaron, nos juntaron, establecieron esos lazos que uno valora y hace que se rompan hielos… que no existían, pero por si acaso.
Por eso, hace no tanto, Sergio me invitó a comer en su casa porque ibas a estar de paso.
Por eso, la semana pasada, el viernes, Sergio me llamó a su lugar y, sin hablar, me hizo leer algo en la computadora… Él no lo quería creer, yo tampoco; por desgracia, lo confirmé enseguida.
¿Viniste a despedirte?, ¿fue la pinche casualidad?
Antes de mandar este “charro” veo que dejaste una carta de despedida; fuera algo escrito hace mucho o reciente, qué más da, tomo un pedacito, para que, en mí, otros te lean.
…Viví todo lo que dio el tiempo y las circunstancias permitieron. No me llevo deudas ni pendientes. Me voy feliz, tan feliz como siempre lo fui.
Dejo, a quienes me conocieron, mi cariño y mi amistad entrañables. Muchos o casi todos tienen una palabra escrita mía, compartida de cualquier manera, en ella está mi afecto ilimitado que trascenderá los momentos hasta donde el recuerdo llegue.
Hasta siempre, Roberto…
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