Los organismos sanitarios nacionales e internacionales, hacen públicos estos días distintos informes y estudios sobre las causas del absentismo laboral y de bajas médicas, así como la incidencia creciente de determinadas patologías en la estadística de actos médicos relacionados con enfermedades laborales o justificación de motivos de baja laboral.
Como de costumbre, el empresariado español, a través de sus organizaciones o directamente en boca de empresarios particulares, interpreta en negativo, rechaza y discute esos datos en la única clave de su perjuicio, extendiendo la sospecha del alto (según ellos) porcentaje de fingimiento de enfermedad, prestando nula atención al concepto general de la salud laboral, a los medios, también empresariales, para cuidarla y protegerla, y con un desprecio ya atávico a los derechos de los trabajadores, remachado, repetido y abanderado siempre, con el mezquino apoyo de la reacción política, por las cada día más impresentables organizaciones empresariales.
Superadas, solo en parte, las aberraciones que en derechos laborales (su cercenamiento voraz) impusieron en este país los gobiernos derechistas (despido procedente por enfermedad, imposibilidad de absentismo parcial por dolencias puntuales con despido no indemnizado, etc.), los últimos avances en el reconocimiento de derechos de los trabajadores (revisión de salario mínimo, establecimiento de duración de jornada, permisos de paternidad y otros) han seguido concitando el rechazo frontal de las organizaciones empresariales que, muy lejos de contemplar los derechos de sus trabajadores como parte de la estructura productiva de las empresas y fundamento de la convivencia, consideran los avances y reconocimientos laborales como obstáculos para el beneficio, como ataques a sus prerrogativas y, siempre, como argumento de ese repetido chantaje social de constantes amenazas de despido, que ni la propia sociedad ni los empresarios honestos, merecen.
Que hayan ascendido en el debate social y en la dinámica política y parlamentaria temas sanitarios hasta ahora, posiblemente por intereses también de plusvalías empresariales, tales como la salud mental, las necesidades sanitarias específicas de las mujeres o el reconocimiento de patologías crónicas (fibromialgias, migrañas, depresiones en diferentes grados) y que, consecuentemente, sean objeto de vigilancia médica y motivo de baja laboral asuntos sanitarios, dolencias y situaciones invalidantes que han sido ignoradas y despreciadas por la legislación laboral y de derechos hasta no más anteayer, parece haber disparado ese clasismo (pues no otra cosa es el rechazo empresarial a los derechos laborales) que tantas injusticias, abusos, atropellos y tropelías contra los trabajadores han generado durante demasiado tiempo.
El compromiso del trabajador con la empresa que lo emplea, la mejor productividad, los mejores resultados y hasta los estados de ánimo que pueden evitar situaciones que conduzcan a ciertas patologías, pueden conseguirse con el compromiso directo del empresariado con el cumplimiento estricto de la legislación laboral y la facilitación al trabajador del ejercicio de sus derechos sin trabas ni obstáculos. En otros países, son innumerables los ejemplos de empresas cuyo “tratamiento” positivo de sus trabajadores genera mayores beneficios y una más limpia competencia y competitividad. Mientras a los derechos laborales, a la enfermedad y al cuidado de los trabajadores se responda con el intento de descrédito, con el ataque y la acusación, con el mezquino racaneo, el atajo leguleyo, la presión constante y la amenaza, la tan ocultada, pero tan real lucha de clases, seguirá presente y creciendo en un país que sigue considerando a los asalariados socialmente, legalmente y políticamente, como inferiores a los patronos.
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