La fe tangible: Más allá del morbo en la veneración a Santa Teresa

A quienes observan la veneración de las reliquias de Santa Teresa y la reducen a una mera expresión de "morbo", les extiendo una invitación sincera: deténganse un instante. No desde la distancia crítica o el prejuicio, sino con la apertura de quien busca comprender un fenómeno que trasciende lo puramente material. Les invito a pasar unas horas, tan solo unas pocas, en la quietud expectante que rodea esos sagrados restos, pero especialmente, les insto a fijar su atención no tanto en el objeto de veneración, sino en los rostros y las almas de quienes se acercan.

Observen con detenimiento. Verán ojos humedecidos por lágrimas que no son de espectáculo, sino de una emoción íntima y a menudo incontenible. Lágrimas de súplica, de agradecimiento, de reencuentro con una figura universal, con una imagen espiritual. Notarán una actitud de oración profunda, un recogimiento que aísla al individuo del bullicio externo y lo conecta con una dimensión trascendente. Verán el respeto reverencial en cada gesto, en cada inclinación, en el silencio elocuente que habla de una devoción arraigada y sincera. Escucharán, si agudizan el oído del corazón, la gratitud susurrada, la petición esperanzada, la paz encontrada.

Lo que para algunos puede parecer incomprensible, para estas personas es un acto de fe viva, una necesidad del alma. No es la curiosidad por lo macabro lo que les mueve, sino la búsqueda de consuelo, de inspiración, de un vínculo tangible con una santa cuya vida y obra han tocado profundamente las suyas. Es la manifestación externa de una fe que necesita, en ocasiones, de lo sensible para aferrarse a lo invisible, de lo concreto para sentir la cercanía de lo sagrado.

Cada una de esas miradas conmovidas, cada oración fervorosa, cada gesto de devoción auténtica, encierra una historia personal de fe, de lucha, de esperanza. Y si por uno solo de esos peregrinos, por una sola de esas almas que encuentran consuelo, fortaleza o un renovado sentido en su caminar espiritual gracias a este encuentro, todo el esfuerzo, toda la organización, toda la posibilidad de esta veneración pública, merece la pena con creces. Porque la fe, en su expresión más genuina, siempre estará por encima de interpretaciones superficiales, alimentando el espíritu mucho más de lo que cualquier crítica pueda señalar como "morbo".

Es un testimonio vivo de la perenne búsqueda humana de lo trascendente y del consuelo que la fe puede ofrecer.

JULIAN HERRÁEZ