“La inautenticidad viene de las presiones exteriores, de la prisa que le meten a uno por tener un letrero, del desarropo que se siente al no llevarlo pegado. Nos colgamos uno cualquiera enseguida porque así no nos vemos obligados a dar cuenta de no llevarlo. No basta una actividad, se requiere una actividad clasificada. Una actividad sin letrero no sirve.” CARMEN MARTÍN GAITE, Cuadernos de todo: ‘Cuaderno 1’, Las insignias.
Cuando los grandes temas o los asuntos que copan los titulares nacionales, pasan “a provincias”, es decir, cuando los debates parlamentarios, periodísticos y políticos se circunscriben a los insignificantes universos de las ciudades pequeñas, como sucede actualmente en Salamanca con la inmigración y el proyecto de apertura de un Centro de Acogida de Personas Inmigrantes, las viejas insignias del racismo, la xenofobia y la desigualdad, escondidas durante tiempo tras las coloreadas pancartas por la Igualdad y la Democracia, asoman sus brillos de reaccionarismo y temblón numantinismo, y las protestas “ciudadanas”, las manifestaciones “vecinales” y las declaraciones “mayoritarias” se alinean con las detestables posturas políticas de irredento fascismo y exclusión que, desde antiguo, pululan por las calles, habitan los despachos y esperan tras las fachadas de la dorada ciudad.
Convenientemente “informados” por unas autoridades regionales que en Castilla y León, desde hace décadas, representan lo más granado de la reacción ultraderechista española, y apoyados por un Ayuntamiento que no es menos, grupos de vecinos, concejales de demostrada mudez e incompetencia de pronto locuaces y parlanchines, denuestan con fuerza la admisión en un barrio popular de la ciudad de personas inmigrantes, aduciendo todo el rosario de falacias, invenciones y falsas alarmas que sus mentores, la ultraderecha nacional, vienen inventado para oponerse a la igualdad utilizando insignias de falsa inseguridad, ausencia de estructura social y otras banderas de la xenofobia y el odio.
El debate sobre la admisión y cuidado a personas inmigrantes procedentes de países con graves problemas de convivencia de diverso tipo, se ha visto soslayado por la admisión de inmigrantes ucranianos a los que, al parecer por razones más étnicas y económicas que sociales, se ha admitido sin trabas ni obstáculos, permitiéndoles integrarse en la sociedad española (y, consecuentemente, salmantina) sin que esas insignias racistas y xenófobas se hayan exhibido, como tampoco con adinerados compradores e inversores. Pero basta que la piel, la religión, el origen, el idioma y, sobre todo, la pobreza de las personas inmigrantes se aleje de lo que parece el canon de la admisión, para que despierten los dormidos fantasmas que no más anteayer levantaban muros de desprecio contra gitanos, latinoamericanos, nómadas de todo tipo o incluso, en esta tierra, contra ciudadanos portugueses, casi tanto como hoy mismo brillan las insignias de la desconfianza, la sospecha y el escrúpulo contra cualquier persona de raza negra, oriental o que en su aspecto o idioma no conecte con una suerte de insignia de charrismo (españolismo, extendiendo la imagen) al parecer autorizado a expedir documentos de admisión.
La actual situación geopolítica mundial provoca, aumentándolo, el éxodo constante de personas que huyen de las cenizas que el más crudo capitalismo de codicia ha hecho de países enteros y grandes áreas geográficas del mundo. La acogida, integración y cuidado de los afectados por la permanente ratería y saqueo a que se ha sometido a su tierra, es obligación legal que no puede obstaculizar, como sucede en España, ninguna ideología fascistoide y, mucho menos, las insignias de desprecio de ningún “movimiento ciudadano” en un barrio de una ciudad de cuarta categoría. Pero, además, la falta de principios solidarios y la total ausencia de sensibilidad humana, el egoísmo individualista, la racanería moral, el numantinismo temblón y una alarmante carencia de principios democráticos, de justicia e igualdad, hace que tengamos que asistir, además de a ridículas manifestaciones seudoinquisitoriales de grupos de exaltados, ignorantes y manipulados “vecinos”, a los lamentables espectáculos de plenos municipales de conclusiones y mayorías racistas y xenófobas, donde se justifica, se aplaude y se jalea la insignia del egoísmo y la más descorazonadora carencia de cualquier atisbo de humanidad.
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