Conocemos la labor de este servicio que recoge, procesa y almacena tejido cerebral, siempre cedido voluntariamente post-mortem
El Banco de Tejidos Neurológicos del Instituto de Neurociencias de Castilla y León (BTN-INCYL), coloquialmente conocido como ‘banco de cerebros’ de Salamanca, pretende sensibilizar y concienciar a la población sobre la donación de este órgano. En plena semana del cerebro, conocemos este banco de la mano de Javier Turrión, Director Científico del mismo.
“Nuestra misión fundamental es visibilizar la importancia de la donación de cerebro para la investigación”, explica Turrión. “Siempre la idea es visibilizar que existe la posibilidad de donar el cerebro”.
Una donación que aún es bastante desconocida para la población, a diferencia de la donación de órganos. “El objetivo es recoger, procesar y almacenar tejido cerebral donado voluntariamente y, por supuesto, post mortem”. Las muestras que se recogen son altamente valiosas y abarcan tejido de cerebro, médula y talón raquídeo. “Todo ese objetivo que tenemos es poner en valor las muestras tan valiosas de tejido nervioso para investigaciones”, detalla.
En el último año, el Banco de Cerebros ha recibido un promedio de 20 donaciones, lo que equivale a casi dos al mes. Actualmente, cuentan con alrededor de 125 cerebros almacenados. “Lo que nos alegra es que, en los más de diez años que llevamos, muchas personas han mostrado interés. Más de 700 han preguntado sobre el proceso, y aproximadamente 680 están inscritas para la donación”, indica Turrión. Toda la información de cómo donar, se puede encontrar en este enlace.
Sin embargo, el banco enfrenta desafíos de financiación. “Estamos sustentados solamente por el IBSAL y la Universidad de Salamanca, y hemos tenido problemas de financiación”, lamenta. “Reivindicamos más apoyo institucional, ya que en la génesis del biobanco recibimos apoyo de la Consejería de Sanidad, pero actualmente no contamos con ello”.
Una vez la persona ha fallecido y se ha donado su cerebro, se pasa a la conservación del mismo. El proceso de conservación del tejido cerebral es meticuloso. “Cuando llega el cerebro, se procesa en el menor tiempo posible, para causar el menor impacto en los familiares durante un momento tan difícil”, detalla Turrión. “La extracción dura en torno a una hora, y dividimos el cerebro en dos mitades. Una parte se utiliza para diagnóstico citológico y se fija en formol, mientras que la otra se congela a menos 80 grados para análisis molecular”.
Este enfoque permite un análisis exhaustivo. “La parte en formol es útil para el diagnóstico neuropatológico, y nos ayuda a corroborar el diagnóstico clínico basado en la historia clínica del donante”, señala Turrión. “Nuestro trabajo implica recoger muestras de distintas áreas del cerebro para determinar la patología que se tenía”.

Una parte crucial del trabajo del banco es el compromiso con los donantes y sus familias. Turrión explica que, tras la donación, se envía un diagnóstico neurológico definitivo a los familiares. “Por ejemplo, muchas veces en vida se apunta a una enfermedad, como el Parkinson, pero no es 100% seguro. Por eso, necesitamos un contacto para mantener la comunicación”. En muchos casos, el diagnóstico inicial puede ser erróneo, ya que “las enfermedades neurológicas y psiquiátricas no son hereditarias en la mayoría de los casos; el 90% no lo son, son multifactoriales”.
Además, el banco se asegura de que las familias estén informadas sobre cómo se utilizan las donaciones. “Si esas muestras son donadas a un proyecto de investigación, informamos a la familia sobre el hito científico que se logra. Es gratificante para ellos saber que su acto altruista tiene un propósito”.
El lema del banco es claro: “Donar hoy el cerebro para poder curar mañana”. Turrión aclara que, aunque “la palabra curar puede ser demasiado fuerte”, el objetivo es frenar el avance de las enfermedades neurodegenerativas, que actualmente no tienen cura. “Estamos viendo que aparecen nuevos fármacos que al menos pueden frenar el avance de la enfermedad”.
El director del banco también destaca algunos avances significativos. “Estamos muy contentos de que aproximadamente el 36% de los casos que tenemos han sido donados a proyectos de investigación, lo cual significa que han sido útiles”, explica. Un caso relevante fue el descubrimiento de un nuevo subtipo de ataxia, donde se identificó un gen no conocido previamente relacionado con la enfermedad. “Conocer bien la patología es el primer paso para buscar una cura”.
Finalmente, Turrión concluye subrayando la importancia de la investigación básica como punto de partida para futuros avances en la investigación clínica aplicada. “Es esencial tener una investigación básica de la enfermedad para después buscar soluciones que permitan curar o frenar el avance de las enfermedades”, concluye.