Sueño de nuestro futuro escolapio a diez años

Tendría 67 años, la edad a la que murió mi padre. Me veo más viejo y pudiendo ser útil a los “últimos” del Evangelio y de Calasanz sin excusas. Ni artrosis, ni aneurisma, si Dios quiere hay porvenir posible para entregar la vida a los jóvenes excluidos.

Habríamos transmitido que la esperanza de la Iglesia como siempre está en los pobres y en el riesgo que asumimos para transformar la sociedad desde la escuela.

La prioridad en la Provincia Escolapia de Betania sería la cohesión social y sobretodo una escuela compensatoria y liberadora de egocentrismos.

Estaría entre Santiago Uno y Tijuana mimando un legado de mestizaje de referencia para mis hijas.

Si hubiera muerto a lo mejor desde el más allá me explicaba mejor y podría cuidar mejor a nuestras niñas y niños desprotegidos.

En el lugar de la calle Santiago Uno habría un hotel y en el Calasanz se atenderían a la carta a todos los niños samaritanos del Trastevere.

Yo no estaría jubilado , ni en un resort, estaría de abuelo de los niños de la calle compartiendo historias, conviviendo, estudiando botánica y reflejando lo súper héroes que son. Visitado por mis hijas mucho más capaces que yo para acompañar los sueños de los desheredados.

Mi mayor decepción institucional es la jerarquía eclesiástica y la izquierda de salón. Los que tienen por Dios el dinero no me sorprenden.

Me gustan los objetivos de desarrollo sostenible pero no soy “woke”, no soy élite de supremacía moral.

Procuro ser lo menos hipócrita posible en un país donde los más ricos están unidos a la moda y la construcción: Amancio Ortega, su hija, Rafael del Pino de Ferrovial y después Juan Roig con el monopolio alimentario de Mercadona. Dan muchos puestos de trabajo con lo que eso merece respeto.

Dentro diez años la orden de la escuela gratuita para los pobres estaría más equilibrada y atendería a más pobres. Está bien atender a todos y no seleccionar para poder contribuir a la cohesión social y a la igualdad de oportunidades en la educación.

No podemos prescindir de nuestra cultura cristiana y de nuestra fe. Me parece la mejor opción aunque esté regentada por sectarios.

No admiro a los ricos, admiro el talento que veo en los niños excluidos. Quisiera encontrar caminos para que fueran ellos los que marcaran el rumbo de la humanidad.

Pero sin rencores y con culturas igualitarias. No vale todo de nuestra cultura y menos de los talibanes, o los americanos, o los chinos.

No respeto a una ONU que permite limpiezas étnicas. Oxfam Intermón publicó que el 1% de la población acaparó el 63% de la riqueza generada en el mundo. La información está a un click. No estamos engañados. Somos borregos con información.

Sueño que en diez años reventemos alguna burbuja y con los alumnos del fracaso escolar comencemos otro mundo más satisfactorio para ellos y más justo.

La parábola del camello y el ojo de la aguja del Evangelio de Marcos y Lucas parece que no reza para algunos de los fieles ricos de la Iglesia.

A los demás nos llaman envidiosos por no haber sabido hacernos ricos. El destino nos ha llevado a acompañar desgracias y admirar supervivientes sin conseguir recursos para todos. Ni siquiera todos los que quisiéramos para nuestras hijas.

MI sueño lleva muchos años cumplido pero tengo algunas ideas que estaría bien poderlas convertir en milagros. Pero eso no depende de mí, depende de nosotros, de los creyentes.