Miguel Cid relata su nombramiento como Hijo Predilecto de Ciudad Rodrigo

El pasado 6 de diciembre, se celebró en el Teatro Nuevo Fernando Arrabal, un acto para el que suscribe muy importante, ya que se nos concedió el título de Hijo Predilecto en el caso de Leopoldo Gómez Castaño, a título póstumo, y en el mío, y el de Dionisio Holgado como Hijo Adoptivo. Los medios de comunicación ya se han hecho eco de dicha celebración, sin embargo, quiero dejar constancia de lo que para mí fue más significativo.

Por esta razón, junto a las lógicas emociones traté de apaciguarlas con gestos de cierto humor, como fue la anécdota que describí del cambio de nombre de la Plaza de “El Caudillo” al de Plaza Mayor, y que me realizó Arturo Regalado a las cuatro de la mañana, una hora intempestiva, pero que Arturo me la justificó diciéndome que a esa hora los fachas estaban durmiendo. Hubo risas numerosas, sin embargo, era 1983 y todavía los flecos de la dictadura franquista seguían ondeando.

No conté, pero podía haberlo hecho, el de aquella señora que estaba disconforme con la tasa que le cobrábamos por algún servicio y, cuando le dije que nos hiciera un escrito exponiendo sus razones, me contestó que no sabía, y que tampoco tenía dinero para pagar dicho trabajo a un abogado o a una gestoría, por lo que tuve que hacérselo yo utilizando los benévolos servicios de un funcionario, esto es, me recurrí a mí mismo.

Pero, anécdotas aparte, lo importante es que nuestro trabajo numeroso, eficaz y también generoso, fue el eslabón de una cadena en la que nuestros ayuntamientos efectúan y ejercen sus competencias en beneficio del pueblo y al margen de la ideología que puedan tener.

Por ello, una de las mayores satisfacciones de mi mandato fue conceder delegaciones también a los concejales de la oposición, pues igualmente ellos habían llegado al Consistorio por el mismo procedimiento democrático que nosotros y con la idéntica finalidad de mejorar a nuestra gente. Lo que no evitó que hubiera discrepancias e incluso una moción de censura que, naturalmente, no prosperó. No todo iba a ser de color de rosa.

En definitiva, ser reconocidos de la forma que se ha hecho, viene a desvirtuar el famoso dicho de que “nadie es profeta en su tierra”, pues aunque sea a largo plazo, yo terminé mi mandato en 1991, las aguas han vuelto a su cauce y la indudable satisfacción por este reconocimiento, en mi caso ha llegado a tiempo.

La gaita y el tamboril hábilmente manejados por mi hermano José Ramón, dieron colorido y sana alegría a los allí presentes, en un teatro del que no tuve más remedio que recordar aquel histórico concierto de la orquesta sinfónica Arrasate Musical de Mondragón, que puso en evidencia que había que mantenerlo en pie, aunque fuera con sillas plegables en ausencia de las butacas desmanteladas y con una temperatura, era invierno, bastante gélida. Pero todo ello de feliz recuerdo, demuestra que el pasado no ha pasado.

Recordé, por último, la cita de Cicerón, el famoso senador romano, “queridos son los padres, en mi caso Abraham y Mercedes, queridos son los hijos, los míos son Paloma, María del Mar, Ana y César Miguel, queridos los hermanos, los míos son Mercedes, María del Carmen, Francisco Javier, Eugenio Pedro y José Ramón, queridos son los amigos, podría decirse que todos los presentes, pero la tierra donde has nacido, Ciudad Rodrigo, abarca todos los quereres”.

Era el día de la Constitución y, por ello, no pude evitar dar un viva a la misma junto a Ciudad Rodrigo y España, recordando, como es lógico, que dicho texto legal, la ley suprema, nos ampara y nos protege a todos. Que así siga siendo.

Miguel Cid

Hijo Predilecto de Ciudad Rodrigo