En línea con la voluntad de dirigismo del pensamiento social y la opinión pública, que los medios de comunicación españoles (todos ellos) practican como forma de mantenerse en su auto-construido pedestal desde donde nos consideran menores de edad y escasos de ideas, la empresa periodística más poderosa del país (PRISA, propietaria entre otras cabeceras de El País y la SER), publica el resultado de una “investigación” sociológica que arroja resultados desalentadores en cuanto a la apreciación que la ciudadanía tiene del sistema democrático actual y, alarmados, llaman la atención de los porcentajes de españoles que “preferirían” un sistema totalitario al democrático.
Cualquier manual de Estadística y cualquier decálogo de investigación sociológica advierte de que los sesgos que se propician en las respuestas dependen en gran medida de la naturaleza de las preguntas, pudiendo alterarse con éstas los resultados de aquéllas en porcentajes tan grandes que los hagan inválidos, y por esa razón la criba y análisis de las preguntas, su redacción, su orden y, sobre todo, su intención y la de la investigación misma (el “norte” del resultado que se busca) influyen profundamente en las conclusiones del estudio.
El mismo título de la investigación, “El desorden democrático en España”, trasluce ya la intención del estudio de analizar un “desorden” ya fijado por los autores en el mismo frontispicio del estudio, y la pregunta general planteada (‘¿Piensa que la democracia en España se está deteriorando?’), revela sin tapujos que se buscan, nada más, cifras porcentuales sobre una realidad (el deterioro de la democracia) ya certificada a priori por los autores del estudio.
El trabajo de investigación realizado por encargo de los citados medios de comunicación, revela, así, porcentajes “preocupantes” de jóvenes que prefieren regímenes autoritarios, distinguiendo entre hombres y mujeres, separando caprichosas franjas de edad en base a criterios poco claros y, sobre todo, realiza, en el análisis de los resultados, una explícita “absolución” de los medios de comunicación ('perro no come perro') en cuanto a su responsabilidad en ese “deterioro”, culpando a políticos, nacionalidades, corrupción y otras circunstancias de la deriva hacia la preferencia autoritaria de gran porcentaje de ciudadanos/as españoles/as.
No hace falta un sesudo estudio (tal vez sí para aprender Estadística) para saber que los medios de comunicación, su comportamiento sectario, sus luchas por las audiencias, sus connotaciones políticas y partidistas, los intereses de su accionariado o sus propietarios y otras circunstancias de interés espurio, constituyen uno de los principales (si no el principal) problema de la degradación de la convivencia y de, sí, el deterioro de una democracia ya defectuosa de origen y que esos mismos medios de comunicación están contribuyendo a empeorar tanto con sus anuencias acríticas de situaciones intolerables como de manipulación, falta de fiabilidad y, especialmente, su ensoberbecida supuesta superioridad intelectual, cultural, política y de conocimiento sobre el común ciudadano que han convertido este país en el palmario ejemplo de lo que periodísticamente no debe hacerse.
Sin embargo, la atenta lectura de los resultados de la encuesta, sus preocupantes cifras de apoyo al autoritarismo, los sesgos de sus conclusiones -diferencias entre sexos que quieren introducir en la encuesta variables no explícitas como el feminismo y las miserias del machismo, ausencia de variables de otro tipo, como económicas y de situación social y cultural de los entrevistados, desaparición de condicionantes de diverso tipo cuales son familiares, laborales, de igualdad o de procedencia-, el suministro de limitadas respuestas sin matiz, la limitación en la edad y los infranqueables muros entre sus franjas, además de la firma de sus mentores, (la mayor empresa mediática de España, empeñada en “desculparse” al tiempo que “reparte” culpas entre la competencia), dan más y mejor noticia de cuáles son, en realidad y tal vez por eliminación o previa reducción al absurdo de sus conclusiones, los principales problemas no tanto de una democracia como de una convivencia, la española, demasiado definida, condicionada, mediatizada, abaratada, vulgarizada y descrita (ahora “investigada”) por sus -no nuestros- medios de comunicación.
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