Otro párrafo. “En la porcelana china, las grietas naturales del proceso de cocción le proporcionan al objeto un encanto único. Esas características aleatorias, no definidas por la voluntad del pulso, son las que le confieren al objeto una gracia fuera de toda posible remuneración. En ese sentido, yo comparto con la naturaleza el gusto por los márgenes de la incertidumbre, la vacilación, la imperfección, lo irrelevante, el excurso”.
**** Proemio ****
Generalmente, las personas adoptamos rutinas. Organizamos los días con base en una planificación. Sabemos qué desayunamos, qué ropa vestimos, adónde vamos, qué recursos de internet pulsamos en el teléfono, etc. Qué cosas, incluso sin saberlo coscientemente, nos gustaría olvidar.
Para el día de hoy, nosotros hemos redactado la columna Historia de cómo el Yuanfen (el destino, en español)cayó con su piedra en nuestra frente no marmórea (I). La comenzamos a redactar días atrás, en una cafetería, y la terminamos días adelante, en otra cafetería.
A continuación, la presentaremos a nuestros lectores, trascrita del original manuscrito a esta versión digital, sin alteración de grafía ni signo de puntuación alguno, aunque notablemente pudimos haber intervenido para mejorar el escrito. Lo que leeremos, por lo tanto, fue lo que en realidad escribió su autor.
Como preámbulo, no obstante, mencionaremos una característica. Las notas al margen no las hemos incluido. Las hemos omitido. En muchas ocasiones, se desviaban de manera innecesaria, ilógica, del texto principal. Donde el autor mencionaba rasgos de animales fantásticos del pensamiento náhuatl, mexicano, al margen escribía cosas como esta: “los mismos caprichos de la naturaleza los hemos atisbado en obras como El hombre que fue jueves, de Chesterton”.
Otro excurso más hablaba de la fisiología del propio autor. En un fragmento destinado a la enumeración de las cosas que había visto en una tienda de antigüedades cerrada, había trazado una flecha a un globo o recuadro en una esquina de la hoja con este contenido: “nuestro día a día letraherido de unos años a la fecha no ha podido prescindir de la palabra escrita para la supervivencia. Necesitamos la escritura, el texto, el párrafo, el renglón, la palabra, la sílaba, la intuición, el ser, para poder, en la medida de nuestras moderadas capacidades, existir”.
Antes de llegar a la columna, leeremos al menos un par de esas notas al margen (que se extienden por todo el reverso de la hoja), para atestiguar que no tiene ningún caso reproducirlas.
**** Nota al margen 1 ****
¿Han pensado cómo eran las máquinas de escribir en China? ¿Han visto que en China existen muchos caracteres? Caminando por una callecita de Nanjing, China, cuando caía la noche, al otro lado de una explanada donde las personas jugaban a las cartas sentadas en bancos bajos, junto a otra gente bailando en coreografías, me pareció ver un escaparate con pósters de gran formato relacionados con la escritura. Yo estaba a punto de abordar un taxi. Otros coches tocaban las bocinas para apresurarnos. Dentro de pocos minutos vería a otras amistades para cenar juntos. Pero al abrir la puerta del coche, no pude abordarlo.
La tienda, en efecto, estaba dedicada a la literatura. Era una tienda de viejo, de antigüdades. Realmente, nunca me había pasado por la cabeza el asunto de las máquinas de escribir mecánicas aquí. El ingenio del pueblo chino tuvo que echar mano de la curiosidad para resolver el problema del empate entre la economía del instrumento de escritura y la pluralidad de los caracteres del mandarín.
La tienda estaba cerrada. Las luces de las vitrinas, de un tono ocre, como suele ser cuando hablamos de cosas antiguas, iluminaba los objetos comunicándoles un aura casi sagrada. El forro de terciopelo rojo donde se asentaba cada una de las piezas en los muebles de madera con cristales mostraba una descripción sencilla en una tarjeta reclinada en una piedra. Con la ayuda del teléfono, pude entender algunas anotaciones.
Los documentos administrativos que acompañaban la puesta en escena ofrecían a la vista lo que parecía ser carnés con la información sensible cubierta, relaciones de inventario, actas, notas sueltas, etc. También me pareció encontrar una carta, que debido a una flor adherida al cabo, junto a la firma, podría haber sido una carta de amor.
Las cosas analógicas, como los folios mecanografiados, nunca dejarán de contagiarnos con su espíritu misterioso, melancólico, persistente. El tiempo —como suele ser costumbre en él—, nunca omite su costumbre de mancillar lo que toca. Convierte los objetos en algo distinto. Los eleva a una condición divina. Los folios dispuestos en las vitrinas, junto a las máquinas de escribir, parecían seguir susurrando lo que alguna vez sí fue verdad.
**** Nota al margen 2 ****
Los ojos, cuando se acostumbran a mirar un mundo diferente, vuelven suya —al menos de manera imaginaria— esa realidad no sabida hasta entonces. El golpe del oxígeno en los pulmones; el de los sonidos de las calles, con su motos eléctricas, en el oído; el de las nubes de humo de las cocinas a ras de acera en de el olfato; el de la lengua desconocida en la inteligencia todavía intacta; todo eso, al igual que las costumbres propias, termina por integrarse al entramado molecular de uno mismo.
**** Historia de cómo el Yuanfen (el destino, en español) cayó con su piedra en nuestra frente no marmórea (I) ****
Mi primer recuerdo del agua se remonta años atrás, cuando todavía no tenía uso de razón y estaba en brazos de mi padre, no sé si en el mar o en unas aguas termales. El sol, como suele ser costumbre en su forma de existir, dejaba caer sobre la superficie del agua el resplandor de sus brasas encendidas. Ese contacto con el agua, por consiguiente, se encuentra íntimamente ligado al tacto también cálido del pecho de mi padre, con unos pocos vellos, no muchos, seguramente canos el día de hoy.
Yo creo que una situación como esa, una estampa de tal calidad, la echan en falta las personas de las noticias de la sección mundo. Hace meses le he venido dando seguimiento a los acontecimientos en el Medio Oriente. En las redes sociales rusas no he escatimado algún minutito libre entre estación y estación del metro para mirar qué pasa en Ucrania. A veces, abro al azar cualquier periódico de Cuba, Venezuela, India, etc. En el Oriente, he tenido oportunidad de ver el significado de la contención, la reserva.
Lo anterior lo escribí en un cuaderno de apuntes que da la casualidad que tengo a la mano porque lo traje sin querer al lugar donde redacto la columna: lo había dejado entre dos libros. A continuación, después del párrafo de arriba, hay un contenido que se aleja del párrafo inicial, donde veíamos a mi padre cargándome en brazos en aquellos años que escapan a mi capacidad de memoria. Tal condición, por consiguiente, nos pone en entredicho, pues no sabemos si continuar la narración con que iniciábamos la Historia de cómo el Yuanfen (el destino, en español) cayó con su piedra en nuestra frente no marmórea (I), o si, en cambio, transcribir algún fragmento más del cuaderno de apuntes.
Si en el periódico yo pudiera preguntarles, a ver, ustedes qué prefieren, lo haría. Contaría las manos levantadas y elegiría democráticamente el contenido. Les podría adelantar algo de qué va cada contenido y de ese modo dispondrían de recursos más tangibles para palpar y escoger el tema abordado. Eso sería lo mejor, sin lugar a dudas. Los Rolling Stones le preguntan al público qué rola desean escuchar.
La Historia de cómo el Yuanfen… habla de lo que para mí significa la escritura al día de hoy. Conlleva en su praxis material histórica algo tan concreto como el asfalto que le permite a mi calzado desgastado avanzar de una calle a otra en mis caminatas por Nanjing. La escritura, a punta de comas y puntos y comas, me abre paso por un sendero intelectual no hollado aún.
La redacción trabaja con el tiempo, antes de hacerlo en el espacio. Surge desde su origen de una eternidad no agotada hasta su destino variable según la retroalimentación ofertada por su lector. El texto escrito comporta una sacralidad no profana, pues si bien los dioses pueden no poner sus complacencias en los renglones recogidos en los párrafos, no por ello el escritor no deja de infundir su propio aliento de vida en su página tachada y corregida que nunca recibirá ninguna moneda como pago de su valor.
En mi cuaderno de apuntes, a continuación tengo escrita esta nota: “Le debo a Jairo un buen detalle de gratitud por su visita a Xalapa. Mañana pensaré cómo puedo corresponder a su gesto, que ya mis padres se han encargado de poner en su justo valor, con creces”. Después de la nota, tengo otro contenido más.
“Por eso, probablemente, a mí me gusta caminar. Intento recurrir lo menos posible a cualquier máquina del tipo que sea. Procuro hacerlo todo a mano, hasta el límite de la existencia. Mientras los estudiantes de otros profesores, en otras universidades, descargan sus tareas del ChatGPT, a mí me gusta demorarme de manera innecesaria en el tejido con los ganchos de la pluma, uniendo los puntos de los caracteres en suscesivos morfemas y vocablos que a la postre lleguen, quizá, a referir algo.”
Otro párrafo. “En la porcelana china, las grietas naturales del proceso de cocción le proporcionan al objeto un encanto único. Esas características aleatorias, no definidas por la voluntad del pulso, son las que le confieren al objeto una gracia fuera de toda posible remuneración. En ese sentido, yo comparto con la naturaleza el gusto por los márgenes de la incertidumbre, la vacilación, la imperfección, lo irrelevante, el excurso”.
“Una moneda con la que se paga este beneficio es la de la soledad. Una soledad, no obstante, poblada de presencias, pues la soledad aquí no significa otra cosa más que la retirada del mundo con base en la búsqueda (y el hallazgo) de un espacio, o un tiempo, donde uno puede ser a sus anchas al margen de todo trato con la sociedad. Ese paraíso no artificial encuentra una de sus posibilidades en el arte, que, paradójicamente, no puede no existir sin la persona que lo aprecia”.
A qué destino nos referimos con lo del Yuanfen, para terminar. Hablamos de este destino: la posibilidad de contemplar un mundo que, como dicen los libros de superación personal, no sería el mismo sin nosotros. Esto yo lo descubrí primero con la natación, con la idea de siempre dejar atrás al oponente. Y después lo ratifiqué con las humanidades, con el ánimo de rebajarse a ras de tierra para levantar sobre los hombros a los pequeños. La maternidad y la paternidad comportan en su seno la semilla de todo. Aquellas personas que no lo han experimentado, a pesar de esa grave carencia, siguen siendo aptos, y lo serán por siempre, de brindarle estos criterios a su propia descendencia.
**** Coda ****
El tono paternalista de nuestro escrito lo hemos recogido de nuestra falta de experiencia para atenernos de manera exclusiva al contenido literario en sí. Debido a esa grave falta de nuestra competencia profesional, intentaremos suplir el vacío con un poema de una amiga que ha elegido como seudónimo para la firma de sus versos “Máquina de escribir”.
Mis versos no firmados en un hotel de cinco estrellas, / con cosas no leídas en mi iPhone Pro, / de Gaza y Honduras, / o el Salvador, / en Régimen de Excepción, / sin rima en otro término oxítono, / así con esta estrofa iniciamos. // Pasamos las agencias de Ferrari, de Mercedes, / de Toyota, / distantes de los páramos de México, / Bolivia, / del campo / que se apaga / en el agua inerte / de la vida. // Escribimos / los versos que firmamos con seudónimo, / sin nadie que los lea en un libro, / ni cuente ponderando sus flaquezas. // De qué nos serviría un poema, si su aumento / dejara de acercarse al microscopio, / que muestra en sus cristales el meollo / de todo lo que cabe en una célula. / De qué nos serviría si el cosmos, / eterno como es, indivisible, / dejara de caber en sus estrofas. / Qué fuera de los hombres y mujeres si sus órganos / internos como el sueño, la memoria, el olvido, / dejáran de fallar y se volvieran / perfectos sin un cálculo aleatorio. / Aquí en este hotel inexistente, / sin nada que parezca ese iPhone Pro imaginado / en mi mano, / despacio, / sin la prisa de los jóvenes, / mis labios los bendigo en una copa / de vino / que escancia mi poema sin salario. / Igual que una piedra y una estrella, / en esto se resume mi sentido: / en el existir.
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