Sábado, 11 de enero de 2025
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Taylor Swift como síntoma
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Taylor Swift como síntoma

Actualizado 01/06/2024 09:31

“Take the glory, give everything / Promise to be dazzling (…) You look like Taylor Swift / In this light, we’re lovin’ it…” (Toma la gloria, dalo todo / Promete ser deslumbrante (…) Te pareces a Taylor Swift / Bajo esta luz, nos encanta…).

De la canción de Taylor Swift Clara Bow (autores: Aaron Dessner/Taylor Swift)

En 1984, Orwell dibuja un mundo de asentimientos forzados y de opiniones coincidentes. Forzadas, naturalmente. En realidad, lo que transmite es la fuerza que impone la sumisión, y analiza el fenómeno del convencimiento, es decir, la argumentación del sumiso del valor de su propia situación que es siempre colectiva, imitada, repetida. Los tiempos han cambiado y esas opiniones coincidentes, esa sumisión generalizada y ese formar constantemente parte de un rebaño, hoy puede lograrse con medios menos brutales que los imaginados por Orwell, aunque no menos violentos, cuales son la publicidad salvaje y excluyente, la utilización masiva y asfixiante de las redes sociales y sus manipuladores, y una escalofriante siembra de descrédito del criterio personal.

No faltarán quienes, ante la avalancha de la nadería bien vendida, hablen de condescendencia cuando se cuestione, y seriamente, como aquí se pretende, la inmensa estupidez que, por muy generalizada que sea no deja de serlo, en torno al “fenómeno” Taylor Swift, estos días de gira en España y, como en otras partes del mundo (y eso debería preocuparnos mucho más), despierta unas ‘pasiones’ en su mayoría perfectamente diseñadas, publicitadas y vendidas, aunque tantos hayan hecho de la swiftmanía un modo de vida, una herramienta de expresión y la hayan fijado como una meta satisfecha del deseo, como un modelo canónico en un inacabable páramo de necedad.

Leer las crónicas, o contemplar las imágenes, de las colas, esperas, nervios, gritos, concentraciones, grupos y cofradías reunidas para ver el concierto de Taylor Swift, las vestimentas de los fans imitando las de su ídolo, los marchamos identificadores de su creencia, las historias de devoción que la incluyen o la movilización general en las actuaciones de la cantante norteamericana; comprobar la paralización urbana, la pegajosa lagotería de los comentaristas mediáticos o las colecciones de loas, adjetivos y a cual más abstrusa descripción de un fenómeno puramente comercial, haciéndolo pasar por artístico, es inequívoco síntoma del funeral de la diversidad, del fin de la individualidad creativa y del entierro del individualismo creativo.

No faltarán quienes, imbuidos de la creencia en el ídolo que, como todos los ídolos, como todos los dioses, ha sido creado por intereses muy concretos, ayer de poder, hoy económicos, acusen de ignorancia, de condescendencia o de no entender el mundo actual (esto es en parte verdad en estas líneas) a cualquier crítica o cuestionamiento, como el presente, de la imbecilidad a que hemos asistido estos días, al increíble baboseo por las actuaciones de una cantante que no es sino el producto perfecto de la intoxicación mental, del dirigismo mercantil, de la manipulación tergiversadora de los deseos, de la artificialidad de los modelos (medios de comunicación incluidos) que han despachado sin pudor la imagen y el relato de un mundo, y no solo de la música, donde es cierta y posible (y escalofriante) la posibilidad de homogeneizar el gusto, la indiferenciada admiración sin objeto (o a la medianía) y una crudelísima certeza de que somos en todo manipulables.

(De más estará decir que quien esto firma detesta las unanimidades, se lleva mal con las aclamaciones y las inmensas mayorías y procura alejarse de los fenómenos de masas y de los altos porcentajes, de los que desconfía tanto o más que de las generalizaciones, las consignas o lo indiscutible -disculpas por la confesión-).

Posiblemente, muchas de las canciones de la estadounidense tengan sus sinceros admiradores (tan legítimos como sus detractores) que no se adapten a esa imagen general de niñat@ que más arriba se describe como seguidor/a-tipo del fenómeno económico-comercial de esta cantante hecha fábrica de recaudación. Pero aquí quiere denunciarse el peligro que el poder de manipulación de gustos, costumbres y deseos ante los que millones de jóvenes están dispuestos a sacrificar demasiadas cosas y tal vez irrepetibles vivencias, y que tiene mucho que ver con la peor instancia del conformismo.

Afirma Hegel que la libertad consiste en hacer realidad la idea de no solo poder elegir, sino sobre todo en poder hacerlo en una comunidad que ofrezca buenas alternativas entre las que optar. Hegel, podrá decirse, está superado. Viendo el síntoma Taylor Swift, parece que no tanto.

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