La mejor cuadrilla

Este martes la mañana de clase con grado medio de jardinería fue ir a podar unos fresnos a Moralina de Sayago. El jueves con el grupo de botánica de superior a olivar unas encinas para darle la leña a una familia.

Aprenden más plantas con sus nombres científicos que en la carrera universitaria. Pero además intervienen resolviendo necesidades de la gente y de los ecosistemas.

Una de las chicas acababa de huir de un novio traficante. Otro chico me contaba que su madre minusválida había sacado adelante a tres hijos. Yo lo felicitaba por dejar las drogas y hacerse invencible al reconocer el valor de su madre. Él pedía en el sueño que desaparecieran las minusvalías y yo simplemente le decía que si su madre hubiera sido supermodelo quizá no lo hubiera cuidado tan bien.

Por otra parte es difícil adaptar la poda a una ley que dice que no se pueden cortar troncos de más de quince centímetros. Es difícil medir mientras se corta con la motosierra. Además no diferencia la ley fresnos y encinas que tienen desarrollos distintos. Los fresnos se desmochan y si a las encinas le haces lo mismo se secarían. Mientras que olivándolas las beneficias.

Pretendemos que la escuela sirva para la vida. No se facilita desde las leyes educativas y tampoco desde las ambientales marcadas por personas que sólo ven los geranios del balcón en Madrid y no han dado clase en su vida. Evaluamos por competencias verdaderas y preguntamos por la vida de nuestros alumnos a la que pretendemos aportarle valor.

Cuando en ese pueblo nos llaman la mejor cuadrilla es porque es la única. Pero nuestros chicos se sienten gladiadores medioambientales cuando unos ancianos del pueblo les dan las gracias.

Esta semana los tractores paralizaban las rotondas por leyes contradictorias entre la ecología y la soberanía alimentaria. Por normas estrictas en Europa y compra de productos en Marruecos con pesticidas y mano de obra barata.

Desde esta escuela algunos de los que podaban en Moralina este verano estábamos haciendo cemento o dando estudio en un poblado perdido de Sidi Ifni.

Parece que jugamos, no estamos encerrados las treinta horas en un aula. Parecemos estudiantes de segunda. La realidad es que cada día queremos transformar la sociedad desde nuestro currículum y todos valemos.

Necesitamos estudiar y trabajar para alguien, no solemos tener la disciplina para hacerlo sólo por nosotros mismos. Nuestros proyectos son ambiciosos, curamos aves, hacemos terapias, quesos, vinos, bioconstrucciones, teatro, circo, deporte, huertas, …